Ayer acompañé a mi madre al cementerio a visitar la tumba de su madre, mi abuela; también está su padre, pero ella dice: “¿Me llevas al cementerio a ver a mi madre?”. Mi abuela debería de tener hoy así como 128 años, murió hace 40 años, sin embargo, aún aparece en muchas conversaciones en mi casa.
Mi abuela, era una mujer muy inteligente, creo que de la familia ha sido la más inteligente de todos. Más que su marido, aunque fue un hombre culto y con una buena capacidad de análisis político. Más que sus cuatro hijos. Más que sus nietas y nieto , sus biznietos y creo que más que muchas de las personas que conozco.
Pero si algún talento tenía mi abuela era la paciencia. Creo además que la paciencia en contra de la opinión de todo el mundo, una opinión casi generalizada, la paciencia no viene sola ni siquiera con la edad.
Mi abuela no sabía leer ni escribir, comenzó a trabajar a los cinco años, sin embargo cuando se casó pidió a su marido, que le enseñara y tengo en mi memoria almacenadas escenas de mi abuela muchos días, sentada en la mesa del comedor practicando con mucha paciencia la lectura y escritura.
¿Con que tiene que ver la paciencia? Que habilidades psicológicas hay que desarrollar, potenciar y practicar para alcanzarla?
Formamos parte de un mundo impaciente, bastante ansioso. Vivimos bastante deprisa, la velocidad de la información, de las comunicaciones, en el trabajo el "esto es para ayer", es cada vez más frecuente y muchas exigencias del entorno le van imprimiendo a nuestras vidas un carácter de inmediatez a veces desmedida.
Si una persona tiene la capacidad de posponer e incluso renunciar a satisfacciones inmediatas por otras que le representen mayores beneficios estando más lejanas y además, posee el potencial para sobreponerse y superar situaciones de dificultad y dolor, se debe a una virtud: la paciencia.
Paciencia significa la capacidad de soportar algo sin alterarse, la capacidad de hacer cosas minuciosas, la facultad de esperar algo que se desea mucho y también significa tolerancia. En psicología se la relaciona con el concepto de tolerancia a la frustración.
Esta capacidad de tolerar, aplazar y dilatar nos permite alcanzar resultados más elaborados, coherentes, lógicos, planificados y efectivos. Es aplicable, además, a cualquier circunstancia, situaciones adversas sobre las que podemos o no tener control, o situaciones más favorables que necesitan reflexión.
La paciencia como habilidad psicológica permite encontrar más de una solución posible y sobre todo reconocer riesgos en cada una de las decisiones que se toma. Esta forma de pensar se debe en gran parte al aprendizaje y un entrenamiento desde los primeros años de vida, dentro de la familia, de la escuela. Un aprendizaje dirigido a experimentar la necesidad de renunciar a fines básicos por otros elaborados que, consciente o inconscientemente, se reconocen como más beneficiosos o convenientes.
Está tremendamente vinculada con la elaboración de plazos y tiempos para los acontecimientos.
Cuando ayudaba a mi abuela a hacer natillas y me decía: “mueve, mueve con la cuchara de palo” cada segundo y medio le decía “¿ya?, ¿ya?, ¿ya? Y ella contestaba: “todo necesita un tiempo para hacerse ” y me tocaba esperar, mientras olía a vainilla y veía aquella cacerola de porcelana llena de natillas amarillas humeantes.
El autocontrol es la habilidad en la que se apoya la paciencia, la capacidad de reconocer las emociones, gestionarlas y transformarlas, de elaborar pensamientos positivos y efectivos y producir patrones de conducta competentes.
Cuando en una sesión de coaching un directivo de una empresa semipública me insistía en que su mayor virtud tenía que ver con la paciencia, le pregunté : ¿en que se diferencia la paciencia con tragarse todos los sapos?.
Ser paciente no significa sobrecargarse de sufrimiento, ni ser extremadamente permisivo en las relaciones tóxicas, ni permitir que los otros te griten, te critiquen o te hagan vulnerable en algunas escenas públicas. No es ser la víctima de la desorganización ajena, ni aceptar todos los deseos y modos del otro. Ahí entran en juego otras habilidades psicológicas, pero no la paciencia.
Mi abuela cuando me veía remover las natillas con cierta prisa, como si dando vueltas mas deprisa iba a conseguir que se hicieran antes, solía abrir la fresquera, sacaba unas aceitunas, se acercaba y me decía: “ dales tiempo, se harán y nos las comeremos de postre, mientras, no pienses en ellas y vamos a dedicarnos a las aceitunas”. Entonces a mi lado, cortaba despacio cebolla, muy pequeña, la ponía en un cuenco, echaba un poco de aceite y una cucharadita de pimentón, añadía las aceitunas negras, con una cuchara las removía y metíamos las dos los dedos para cazar alguna , me la metía en la boca, me chupaba los dedos y esperaba hablando con ella en su cocina de otras cosas que nada tenían que ver con las natillas ni siquiera con las aceitunas, aunque de vez en cuando me recordaba...”Ehhh!!!!! mueve la cuchara no se te peguen”.
Si alguien quiere aprender a tener paciencia:
• Recordemos que existe un tiempo para cada circunstancia o situación, que hay procesos que solo a su ritmo podrán culminar.
• Esforcémonos en focalizar y visualizar los resultados futuros.
• Como buen hábito, practiquémoslo diariamente.
Y como decía mi abuela... “La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces.
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