Una conocida actriz española le dijo a su madre cuando apenas era una jovencita que quería abandonar su ciudad de provincias e irse a Madrid para triunfar en cine y teatro. La madre puso el grito en el cielo diciéndole que convertirse en actriz era muy inseguro, conseguir proyectos era muy incierto y sería difícil alcanzar la estabilidad laboral y financiera. Hoy releyendo esa entrevista me di cuenta de lo mucho que hay en común con la decisión de ser emprendedora primero y empresaria después.

Muchas personas, hombres y mujeres, llegan al mundo del emprendimiento persiguiendo su sueño, tratando de alcanzar una meta que anhelan y que puede ser su mejor desempeño profesional. Pero ese camino no es ni rápido ni sencillo. Puede estar lleno de obstáculos y dificultades, algunas que podemos anticipar y otras completamente inesperadas. Entonces, ¿Por qué cada vez es mayor el número de mujeres que quieren emprender? ¿Por qué muchas abandonan trabajos y sueldos seguros para enfrentarse a la incertidumbre de gestionar un proyecto? En ocasiones, persiguiendo un sueño y otras buscando una salida profesional.

La senda del emprendimiento es una aventura. Ya seas hombre o mujer te vas a adentrar en un camino impreciso, inseguro, muy cambiante, sujeto a vaivenes del mercado, la legislación o los gustos de los clientes. Y además en el caso de las mujeres hay unas circunstancias que pueden complicar un poco más ese panorama.

Aspectos como los roles tradicionalmente asumidos por las féminas, la conciliación o dedicar más tiempo a las obligaciones familiares pueden complicar la dedicación que requiere el lanzamiento de un negocio y su mantenimiento después.

No nos podemos engañar: cualquier persona no sirve para emprender. La puesta en marcha de un negocio exige tener una serie de competencias (habilidades blandas” o transversales) que no todos poseen. Y este tal vez sea el primer análisis que hay que abordar. En mi vida profesional he conocido a personas (hombres y mujeres) que eran excelentes técnicos y directivos en una multinacional, una empresa familiar o en la administración, y que al convertirse en empresarios sumaron a su haber un sonoro fracaso. Claro que una buena experiencia profesional por cuenta ajena es importante. Nos ayuda a desarrollar competencias propias del negocio o sector, añade vivencias de las que sacar aprendizajes y a poner en práctica los conocimientos propios del puesto. Pero no es garantía de éxito en el mundo empresarial, en nuestro proyecto de auto empleo

Ser empresaria requiere una buena dosis de auto gestión y auto disciplina. Porque en ocasiones lideramos un pequeño proyecto con plantilla reducida o incluso estamos solo nosotras al frente. ¿Y qué sucede en ese caso? Pues que nos convertimos en la directora general y la persona encargada de la limpieza al mismo tiempo. Y asumimos la función financiera, administrativa, de operaciones, comercial, marketing, recursos humanos…. En definitiva, todo. Y es complejo asumir todas esas tareas con roles tan distintos.

En un modelo por cuenta ajena existen muchos servicios y herramientas que nos proporciona la propia empresa, pero en el caso de nuestro propio proyecto nos tendremos que ocupar de todo. Tal vez no en primera persona y pueda contratar o delegar algunas tareas, pero no en exceso porque los primeros tiempos de un proyecto suelen estar marcados por la necesidad de controlar mucho los gastos y no comprometerse ante excesivos costes fijos.

La mujer empresaria tendrá que ser hábil en temas de comunicación, manejar de forma clara la negociación, tener capacidad organizativa, de control y planificación. Deberá ser resiliente (saber enfrentarse a las adversidades y salir fortalecida de ellas), creativa, hábil manejando las relaciones interpersonales, tolerar bien la incertidumbre, tener un amplio conocimiento de su mercado, practicar la curiosidad permanente y ser proactiva, flexible y muy analítica. Si tienes estas competencias y además una buena idea que sea validada técnicamente como viable tal vez éste sea su camino. Si estas dispuesta a pelear, a caerte y volver a levantarte sin perder la pasión por lo que haces entonces tienes madera de empresaria.

Si tienes un sueño, pelea por conseguirlo, pero no a cualquier precio. No te lances a la piscina si no tiene agua suficiente. No hay acción sin reflexión.