jueves, 11 de diciembre de 2025
“Solo con el corazón se puede ver bien: lo esencial es invisible a los ojos”
Antoine de Saint-Exupéry, El principito.
La inteligencia emocional es una de las habilidades más importantes para emprender pues es esencial para manejar las emociones, comunicarse mejor y resolver los problemas de forma más eficiente. El psicólogo estadounidense Daniel Goleman cree que la inteligencia emocional es más importante que el coeficiente intelectual, porque en los negocios hay una base común que es la relación entre las personas. Por eso, conocer y poner nombre a nuestras emociones nos permitirá demás detectar esas emociones en los demás lo que facilita establecer relaciones, comunicarse o negociar. La inteligencia emocional es la capacidad que un individuo tiene para percibir, comprender y gestionar sus propios sentimientos y mociones y presenta cinco características, que son:
- Conciencia de sí mismo (me conozco y soy consciente de mis rasgos, fortalezas y debilidades)
- Autorregulación (autocontrol)
- Motivación (intrínseca y extrínseca, que ya abordamos en otro post)
- Habilidades sociales
- Empatía (capacidad de ponerme en el lugar del otro)
El entorno en el que se desarrolla el proyecto del emprendedor se compone de oportunidades, clientes potenciales, variables tangibles e intangibles, aspectos sociales, demográficos, coyunturales, legislativos, económicos, modas, tendencias, etcétera. Una correcta gestión emocional nos permite adaptarnos al entorno de nuestros proyectos, nos ayuda a comunicarnos de forma más efectiva con nuestros clientes y a conectar con sus necesidades reales, a ser más resilientes ante las dificultades (enfrentarnos a las adversidades y salir fortalecidas de ellas). Por el contrario, las personas con escasa inteligencia emocional son más propensas a potenciar emociones negativas, intensificando sus miedos y bloqueos y afectando al desarrollo de sus proyectos. Es decir, el viaje que empezamos con el emprendimiento es complejo: tenemos que gestionar nuestro negocio (con éxito y paciencia) y a nosotros mismos (también con éxito y mucha paciencia).
Debemos aprovechar y fomentar nuestras emociones positivas porque desde ahí el crecimiento es más fácil, pero no nos engañemos: también sentiremos emociones negativas.
Y son necesarias porque conocer la tristeza nos hará valorar la alegría; sufrir en el desamor nos hará disfrutar el amor. Lo que es importante es no “recrearse” en las emociones negativas, saber que estamos en la parte oscura del túnel y no buscar la luz.
Un planteamiento realista que debe acompañarnos es saber que nos vamos a enfrentar a dificultades y no todo será un camino de rosas, pero el hecho de anticiparlo ya nos ayudará a hacer una mejor gestión de esos obstáculos. Nuestras emociones pueden ser aliadas o enemigas. Como aliadas serán un motor de impulso para nuestro proyecto y como enemigas se convertirán en un freno que nos debilite.
¿Por qué hablamos de una montaña rusa emocional? Simplemente porque hay subidas y bajadas y además son rápidas. Los expertos hablan de las siguientes etapas del proceso emocional del emprendimiento:
Euforia. Si idealizamos nuestro producto o servicio y su impacto en el mercado (“me lo quitan de las manos”) habrás iniciado un camino que te aleja de la realidad y que provocará frustración.
Desilusión. ¡Vaya! Esto está resultando más complejo de lo previsto. Y de repente, ese producto o servicio maravilloso ya no lo es tanto y me imagino escenarios de catástrofe. Pues probablemente, ni una cosa ni la otra.
Reajustes. Optimismo realista. El punto intermedio suele representar el equilibrio. He aprendido tanto del periodo de euforia como del de desilusión y comprendo que gestionar mis emociones y acciones desde un enfoque realista es lo más adecuado. Tendré que adaptar todo lo que sea necesario de mi plan de empresa: producto, servicio, precio, atributos, canales, publicidad, etc.
Pero ¡cuidado! No hablamos de controlar nuestras emociones e impedir que se manifiesten. Hablamos de gestionarlas de forma positiva. Nuestra educación y entorno ha favorecido el bloqueo emocional en lugar de escuchar a nuestras emociones, reflexionar sobre lo que nos dicen, ponerles nombre y finalmente, gestionarlas.
Os lanzo una reflexión muy íntima y personal: ¿Eres dueña de tus emociones o son ellas las que mandan sobre ti? ¿Te afectan más las positivas o las negativas? ¿Sabes que las emociones se contagian? ¿De qué tipo de personas te rodeas? Si la respuesta a alguna de estas preguntas no te gusta, piensa qué tienes que hacer para cambiar esa situación. No podemos controlar de forma total nuestras emociones pero sí podemos decidir qué hacemos con ellas. Esa actitud sí es nuestra decisión.
Publicado el a las 17:05 por Juan Bueno
lunes, 17 de noviembre de 2025
Una conocida actriz española le dijo a su madre cuando apenas era una jovencita que quería abandonar su ciudad de provincias e irse a Madrid para triunfar en cine y teatro. La madre puso el grito en el cielo diciéndole que convertirse en actriz era muy inseguro, conseguir proyectos era muy incierto y sería difícil alcanzar la estabilidad laboral y financiera. Hoy releyendo esa entrevista me di cuenta de lo mucho que hay en común con la decisión de ser emprendedora primero y empresaria después.
Muchas personas, hombres y
mujeres, llegan al mundo del emprendimiento persiguiendo su sueño,
tratando de alcanzar una meta que anhelan y que puede ser su mejor desempeño
profesional. Pero ese camino no es ni rápido ni sencillo. Puede estar lleno de obstáculos
y dificultades, algunas que podemos anticipar y otras completamente
inesperadas. Entonces, ¿Por qué cada vez es mayor el número de mujeres que
quieren emprender? ¿Por qué muchas abandonan trabajos y sueldos seguros para
enfrentarse a la incertidumbre de gestionar un proyecto? En ocasiones, persiguiendo
un sueño y otras buscando una salida profesional.
La senda del emprendimiento es una
aventura. Ya seas hombre o mujer te vas a adentrar en un camino impreciso,
inseguro, muy cambiante, sujeto a vaivenes del mercado, la legislación o los
gustos de los clientes. Y además en el caso de las mujeres hay unas
circunstancias que pueden complicar un poco más ese panorama.
Aspectos como los roles
tradicionalmente asumidos por las féminas, la conciliación o dedicar más tiempo
a las obligaciones familiares pueden complicar la dedicación que requiere el
lanzamiento de un negocio y su mantenimiento después.
No nos podemos engañar: cualquier
persona no sirve para emprender. La puesta en marcha de un negocio exige tener
una serie de competencias (habilidades blandas” o transversales) que no todos
poseen. Y este tal vez sea el primer análisis que hay que abordar. En mi vida
profesional he conocido a personas (hombres y mujeres) que eran excelentes
técnicos y directivos en una multinacional, una empresa familiar o en la
administración, y que al convertirse en empresarios sumaron a su haber un sonoro
fracaso. Claro que una buena experiencia profesional por cuenta ajena es importante.
Nos ayuda a desarrollar competencias propias del negocio o sector, añade
vivencias de las que sacar aprendizajes y a poner en práctica los conocimientos
propios del puesto. Pero no es garantía de éxito en el mundo empresarial, en
nuestro proyecto de auto empleo
Ser empresaria requiere una buena
dosis de auto gestión y auto disciplina. Porque en ocasiones lideramos
un pequeño proyecto con plantilla reducida o incluso estamos solo nosotras al
frente. ¿Y qué sucede en ese caso? Pues que nos convertimos en la directora
general y la persona encargada de la limpieza al mismo tiempo. Y asumimos la
función financiera, administrativa, de operaciones, comercial, marketing,
recursos humanos…. En definitiva, todo. Y es complejo asumir todas esas tareas
con roles tan distintos.
En un modelo por cuenta ajena
existen muchos servicios y herramientas que nos proporciona la propia empresa,
pero en el caso de nuestro propio proyecto nos tendremos que ocupar de todo.
Tal vez no en primera persona y pueda contratar o delegar algunas tareas, pero
no en exceso porque los primeros tiempos de un proyecto suelen estar marcados
por la necesidad de controlar mucho los gastos y no comprometerse ante
excesivos costes fijos.
La mujer empresaria tendrá que
ser hábil en temas de comunicación, manejar de forma clara la negociación,
tener capacidad organizativa, de control y planificación. Deberá ser resiliente
(saber enfrentarse a las adversidades y salir fortalecida de ellas), creativa,
hábil manejando las relaciones interpersonales, tolerar bien la incertidumbre,
tener un amplio conocimiento de su mercado, practicar la curiosidad
permanente y ser proactiva, flexible y muy analítica. Si tienes
estas competencias y además una buena idea que sea validada técnicamente
como viable tal vez éste sea su camino. Si estas dispuesta a pelear, a caerte y
volver a levantarte sin perder la pasión por lo que haces entonces tienes
madera de empresaria.
Si tienes un sueño, pelea por
conseguirlo, pero no a cualquier precio. No te lances a la piscina si no tiene
agua suficiente. No hay acción sin reflexión.
Publicado el lunes, 17 de noviembre de 2025 a las 17:06 por Juan Bueno
jueves, 13 de noviembre de 2025
“Ninguno de nosotros es tan inteligente como todos nosotros juntos”
(Ken Blanchard)
A lo largo de varias décadas de profesión todavía no he encontrado a ninguna persona que afirme que nole gusta trabajar en equipo. En entrevistas de selección, en planes de desarrollo o en diagnósticos de necesidades formativas, todos afirmamos con rotundidad que nos gusta hacerlo: compartir, colaborar y trabajar juntos por una meta común. Idílico. Positivo. Incluso transformador.
Pero la realidad suele ser tozuda y la práctica nos demuestra que trabajar en equipo es de las acciones más complejas que desarrollamos en nuestra faceta profesional.
Francamente complicado. Pero nadie es capaz de reconocer que le cuesta y que, en muchas ocasiones, le gustaría trabajar en silencio, sin nadie alrededor, sin tener que colaborar y rendir cuentas a los demás miembros del equipo. En ocasiones esa soledad es reconfortante y más llevadera. Pero, repito, no lo queremos reconocer porque no deseamos ser tachados de anti sociales, poco cooperadores y nada generosos. Al contrario, deseamos proyectar una imagen idílica, de un equipo cohesionado (todos a una), que vencen juntos las dificultades, y celebran juntos los logros. Todo sonrisas.
Lo primero que tenemos que entender es que el trabajo en equipo es un acto de generosidad y de renuncia propia ya que aunaremos nuestros esfuerzos por la consecución de un bien u objetivo común, y perderemos parte de nuestro protagonismo individual en aras del éxito del equipo. Cuando se juntan personas con distintas competencias, conocimientos diversos y trayectorias particulares y se fijan una meta común aparece entonces el concepto de sinergia, como la unión o suma de energías constructivas. Y el resultado se suele traducir en un aumento de la productividad y un mejor resultado. Pero es un camino que no está exento de obstáculos, y reconocer que existen nos hará estar mejor preparados para afrontarlos.
¿Qué tenemos que hacer para que las cosas funcionen? Cuidar los aspectos humanos y personales, porque detrás de ese equipo profesional hay personas, seres humanos que desarrollan juntos sus actividades laborales pero parten de distintas motivaciones, gestionan mejor o peor sus emociones o viven sus dificultades de una manera distinta.
La primera clave es la comunicación. Como proceso de interacción humana es complejo porque intervienen muchos elementos y algunos escapan a nuestro control (la predisposición del receptor, sus propias barreras, el medio elegido). Por eso es necesario que la comunicación sea clara y precisa, que se aleje de prejuicios o recelos.
Hay que practicar la escucha activa hacia los demás: no solo oír, sino escuchar y hacerlo con una predisposición positiva y un talante abierto. Sólo así se sentarán las bases para crear unas relaciones sanas, flexibles y felices.
La segunda es establecer los roles con claridad. Es preciso determinar qué hace cada uno, asignar las tareas, los tiempos y si fuera necesario los recursos y confiar en que los demás miembros del equipo cumplirán con su parte de lo acordado. La falta de cumplimiento de los objetivos puede comprometer los resultados del equipo y producir un daño enorme que es la pérdida de confianza.
La tercera es compartir. Poner en común conocimientos, destrezas o vivencias enriquece a todo el equipo, favorece una toma de decisiones más rica e interesante.
Estamos en la era de la globalización, de la cooperación, del aprendizaje colaborativo.
No lo estropeemos por falsos sentidos de la propiedad. Aquello que voy a compartir probablemente me volverá aumentado.
La cuarta afrontar los conflictos desde la tolerancia. Sería muy infantil pensar que la vida de un equipo de trabajo no pasa por distintas fases y prácticamente en todas pueden surgir conflictos, pequeñas o grandes diferencias de criterio, formas opuestas de ver los temas. El conflicto es inherente al equipo. ¿Qué hacer entonces? Tenemos que poner en marcha estrategias para llegar a acuerdos, para ceder, para explicar nuestro criterio, para escuchar el punto de vista de los demás y para adoptar soluciones de consenso. En unas ocasiones triunfará tu idea y otras veces no lo hará.
Pero se adoptará desde el respeto, la tolerancia y la flexibilidad.
Solo así seremos un equipo: un conjunto de personas ordinarias que consiguen resultados extraordinarios.
May Ferreira
Publicado el jueves, 13 de noviembre de 2025 a las 11:13 por Juan Bueno
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