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martes, 14 de febrero de 2017

¿Nos quitarán los robots el trabajo? ¿Riesgo u oportunidad?

Una cierta incertidumbre se está instalando en la sociedad y en el mercado laboral con la llegada, cada vez más numerosa, de robots que son capaces de hacer nuestro trabajo. Algunos artículos, como uno publicado recientemente por El Confidencial afirmaba que 3 de cada 4 puestos del sistema productivo podrían ser sustituidos por robots con altos índices de productividad. Si nos atenemos a esta información parecería evidente que nos enfrentamos a un riesgo. Sin embargo también es cierto que existe una gran oportunidad. No en vano estamos ante la cuarta revolución industrial. 



Si echamos la vista atrás y de un salto aterrizamos en la revolución industrial, allá por la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra, veremos una sociedad que experimenta una profunda transformación laboral, económica y tecnológica. Y por supuesto que los pequeños artesanos vieron en peligro su oficio. 

Frente a la producción a medida, limitada y muy costosa, se impuso la mecanización que daba lugar a grandes producciones, abaratando costes y haciendo posible que muchos productos llegaran a manos de ciudadanos que antes apenas tenían acceso a ellos. 

Creo que, salvando las distancias, se trata un poco de lo mismo. Por un lado, la destrucción masiva de puestos de trabajo más tradicionales, o como los contemplamos en la actualidad, frente a la aparición de nuevas profesiones y perfiles profesionales, para los cuales debemos estar preparados. En efecto, cuanto mayor sea nuestra actualización tecnológica y la predisposición para los cambios, menos traumático será este proceso. Y en sentido contrario, a las economías con menor cualificación profesional les costará mucho más la adecuación a este cambio. Además asistiremos a profundos cambios que darán un giro notable al modo y manera de las relaciones laborales y a los comportamientos sociales ante el trabajo.


Pero ¿todos somos susceptibles de ser sustituidos por robots? Existen sectores con procesos productivos en los que la robótica permitirá lograr aún mayores avances e incrementar la producción. Pensemos, por ejemplo, en la logística de un gran almacén gestionada por un robot en base a un software de última generación. Sin embargo, aquellas profesiones que exigen mucha interacción con otras personas, relaciones de comunicación, creatividad, flexibilidad, interpretación de las emociones... resulta más compleja la sustitución.

En relación con lo anterior, también suelen coincidir los autores y estudiosos más relevantes, en que resultará mucho más sencillo y rentable sustituir a un trabajador con escasa cualificación profesional que a un profesional con estudios, máster, experiencia y buenas actitudes. De modo que una vez más se pone de manifiesto que la formación y preparación actual y completa será un elemento de mayor valor añadido en el mercado de trabajo.



Como siempre que la humanidad se enfrenta a grandes cambios surgirán riesgos y oportunidades. De cada uno de nosotros dependerá convertirlos en una u otra cosa. 

Esta serie que artículos que hoy empezamos pretende facilitar de manera sencilla y amena algunas de las claves de la era tecnológica y social a la que nos enfrentamos.



Publicado por Juan Bueno.
Managing Partner de R&H Talento y Personas


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Publicado el martes, 14 de febrero de 2017 a las 23:02 por Juan Bueno

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domingo, 10 de mayo de 2015

Diversos estudio, recientemente publicados, confirman la tendencia que lamentablemente ya conocemos: el resultado de los estudiantes españoles es discreto, mediocre, muy muy mejorable. Pero lo peor, desde mi punto de vista, no es sólo que la valoración académica de los estudiantes de hoy (y empleados del futuro), sea tan baja, sino que además esos conocimientos recibidos en el mundo educativo, están francamente alejados de las exigencias del mercado empresarial. 


Esa falta de conexión entre la preparación que reciben nuestros jóvenes universitarios y las características de los puestos de trabajo a los que optarán en unos años es muy preocupante. Llenamos sus cabezas de una cantidad ingente de conocimientos, casi siempre aprendidos a golpe de memoria, y apenas rozamos las técnicas o métodos que serán precisos desarrollar en la Empresa.

La percepción que provoca el análisis de esta situación, es de una gran desazón y de una enorme incertidumbre. Cuando se nos llena la boca hablando de competitividad o empleabilidad, no podemos convivir con un mundo académico tan distanciado de las necesidades o expectativas reales demandadas por nuestras Empresas.

La semana pasada tuve la ocasión de participar en el nacimiento de una iniciativa a la que le auguro una gran trayectoria. Se trata del Observatorio de Recursos Humanos (en la que R&H Talento y Personas participa de forma activa, junto a otras Empresas del sector) de la FENAC (Federación Nacional de Asociaciones de Consultoría). FENAC aglutina a un total de 60.000 Empresas y más de 600.000 trabajadores.
A través de esta iniciativa se van a promover acciones encaminadas a tratar de cubrir el gap existente entre candidatos y empresas.

La formación juega un papel estratégico en la competitividad de las Empresas: preparando a las generaciones venideras para un futuro cada vez más exigente, muy cambiante y con una velocidad no apta para pusilánimes.

Debemos dejar atrás, por obsoleto e ineficiente, un sistema articulado en torno al aprendizaje memorístico y poco reflexivo o analítico y que algunos, como el profesor Cesar Molinas, han llegado a catalogar cómo fábrica de parados.

Recitar la lista de los Reyes Godos, las preposiciones o las colonias de ultramar, poco nos aportan a mentes que tienen que ser abiertas, proactivas y rápidas.

Competencias como hablar en público, ser capaces de hacer presentaciones de impacto, practicar una comunicación persuasiva, ser flexibles ante circunstancias volátiles, estar claramente orientado a resultados o ser capaces de gestionar equipos con inteligencia emocional están a la orden del día. Diría más, son imprescindibles no sólo para alcanzar el éxito, sino para entrar en un mercado laboral abierto, exigente y más competitivo que nunca.

Este momento difícil y apasionante que estamos viviendo, provoca una extraña paradoja que se está viviendo en Empresas de muy diversos sectores. A pesar de las cifras de paro, aún inadmisibles en nuestro país por el drama humano que encierran, en determinadas organizaciones no se cubren algunos puestos  de trabajo porque el mercado laboral adolece de los perfiles necesarios.

Cierto es que cuando una persona se incorpora a una Empresa es preciso formarla en la cultura y los atributos de cada organización, y pasar por un necesario periodo de adquisición de conocimientos propios del sector y del puesto. Pero lo lamentable es que haya tantos y tantos perfiles, a todas luces alejados de las competencias requeridas y sin vías de poder adquirirlas.

Con la noble pretensión de colaborar en esta tarea, nace el Observatorio de Recursos Humanos de FENAC, aspirando a ofrecer una alternativa global y completa para que ambos cabos de la misma cuerda: candidatos y puestos puedan unirse en una simbiosis, al menos un poco más armoniosa, en el universo empresarial.

Publicado por Juan Bueno.
Managing Partner de R&H Talento y Personas



Publicado el domingo, 10 de mayo de 2015 a las 23:02 por Juan Bueno

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viernes, 27 de marzo de 2015



Mi experiencia en la implantación de programas de “Gestión del tiempo y productividad” me ha llevado a dos claras conclusiones: Es unánime la preocupación de trabajadores y directivos reflejada en la expresión “no tengo tiempo”; y son muy “agradecidos” (si me permitís expresión tan coloquial) dichos programas. El motivo del éxito de éstos es la convicción de la importancia del tiempo en la vida actual. Son también numerosas las personas que afirman que “el tiempo es oro”, aunque yo creo que el tiempo es vida. Y la vida es lo más valioso que tenemos. De modo que no es cuestión baladí empezar a distinguir entre lo importante y lo urgente.

Una adecuada gestión del tiempo es así mismo un ejercicio de respeto por los demás: su tiempo es tan valioso como el mío. Y es un elemento a tener en cuenta en la productividad de un equipo. Una correcta planificación del tiempo y sus prioridades, se traduce en una competencia técnica y profesional altamente reconocida en las organizaciones.

Según datos de un estudio al que nos referiremos posteriormente, a pesar de dedicar a nuestro trabajo una media que supera las 9 horas diarias,  nuestra productividad real apenas alcanza las 6 horas. Y esta situación debe ser objeto de un concienzudo análisis. Porque antes de planificar hay que averiguar en qué estoy empleando mi tiempo y cuánto me reporta esa utilización.
Ese imprescindible análisis sobre a qué dedico mi tiempo lleva aparejado algunas recetas infalibles:
Ocupar las horas más productivas del día en las tareas que requieren más esfuerzo, concentración o capacidad cognitiva. Eso depende de cada uno de nosotros, pero en general las primeras horas de la mañana, si van precedidas de un sueño reparador, suelen ser las idóneas. Porque ese es un elemento importante: la falta de sueño o la duración inadecuada de nuestras horas de descanso incide en nuestra capacidad de rendimiento. Y ya lo hemos dicho antes, de poco me sirve estar en mi puesto de trabajo diez horas si apenas rindo cinco o seis. Eso sólo contribuirá a agotarme física y mentalmente.

Las horas son las mismas para nosotros que para grandes directivos, investigadores, científicos o empresarios. No nos engañemos. El problema no es “me falta tiempo”, es que tengo un cierto lío con mis tareas y su jerarquización.
¿Trabajas por impulsos o te preocupas por fijar objetivos? Anuales, mensuales, semanales, diarios…. Pues esa tarea es ineludible, y cuando hayas interiorizado que hay que hacerlo ya no podrás vivir en el caos y la improvisación
Un estudio sobre Tiempo y Productividad publicado por Work Meter confirma, por ejemplo, que consultamos el mail unas 35 veces al día lo cual supone la cuarta parte de nuestra jornada laboral!!!!! Las interrupciones están entre las 50 y 60 diarias y lo más grave es que tras ser interrumpidos necesitamos entre 2 y 3 minutos para estar de nuevo concentrados al 100%. Según ese mismo estudio,  el coste de todos esos ladrones de tiempo está valorado en más de 8.000 euros por empleado y año. Los datos hablan por sí solos.
Inadecuada gestión del mail, pérdida de tiempos en reuniones poco fructíferas, compañeros que nos interrumpen sin descanso. Y todo esto sin haber mencionado todavía cómo nuestro trabajo invade otras esferas de nuestra vida que deberían estar más protegidas. Que tire la primera piedra quién no atiende llamadas desde su casa después de la cena, quien no mira de cuando en cuando el mail los fines de semana como si el futuro de la Empresa dependiera exclusivamente de nosotros o quien se ha levantado de una comida o ha salido de un curso para atender una llamada.  
Otro ladrón de tiempo, aunque este de tipo interno, es la actitud de procastinar (es decir aplazar, postergar algo que tenemos que hacer) y que tampoco nos ayuda. Este ladrón de guante blanco viene muy determinado por nuestra actitud ante el trabajo y nuestra personalidad. En este caso, si un comportamiento procastinador nos perjudica hay que echar mano del sabio refranero español “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.

Planificar y visualizar con anticipación la globalidad de nuestras tareas nos permitirá centrarnos en el core business de nuestra actividad, desechando las tareas improductivas o delegables.

Planteo también para la reflexión un estudio de la Universidad de Stanford que explica las disfunciones que genera la llamada “multitarea” (atendemos varios temas a la vez y todos con alta exigencia), disminuyendo nuestra capacidad de concentración y la calidad del trabajo realizado, al existir muy poca orientación al detalle. Ese estudio afirma que la multitarea es sólo un recurso en casos especiales, pero no un modo de trabajar adecuado. Y sin embargo miro a mi alrededor y me parece estar rodeada por muchos y muchas multitareas permanentes. ¿Estaremos poniendo el foco en el lugar equivocado?

Otro error bastante común es la asignación mal calculada  de tiempos a los trabajos que tenemos encomendados y que debería ser lo más realista posible, para evitar la Ley de Parkinson que dice “se tarda tanto en terminar un trabajo como tiempo se tiene para ello”.
Por último me gustaría recordar la necesidad de reservar momentos para pensar y reflexionar. No sólo hay que ejecutar. Pensar nos permite innovar y mejorar, elementos básicos de la competitividad.

Y cuidado, revisa tu personalidad y tu forma de actuar. Si tienes un perfil controlador o paternalista, lo tienes un poco más difícil. Tus jornadas podrán ser muy largas si necesitas supervisar en todo a tu equipo porque no te fías de ellos o porque asumes tareas que no son tuyas.

Yo valoro enormemente mi tiempo y me gusta ser su dueña. Es bueno para mí y para los que me rodean. Y tú, ¿quieres ser dueño de tu tiempo?

May Ferreira





Publicado el viernes, 27 de marzo de 2015 a las 9:32 por Juan Bueno

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miércoles, 4 de marzo de 2015

Los que no somos nativos digitales encontraremos en el Reverse Mentoring una útil herramienta, ya que en la mayoría de los casos los Mentores serán más jóvenes que nosotros.
Juan Bueno




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Publicado el miércoles, 4 de marzo de 2015 a las 23:17 por Juan Bueno

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sábado, 14 de febrero de 2015

Estoy trabajando en la valoración de candidatos de un proceso de selección y además de sus CV suelo echar un vistazo a su presencia en redes sociales, y me ha hecho reflexionar de algo que nos suele pasar desapercibido: nuestra reputación.com.
¿Por qué en las Empresas “la reputación corporativa” muy vinculada a las redes sociales, es una de las claves para competir en mercados y sin embargo no lo cuidamos con el mismo esmero cuando se trata de la reputación personal?
Las Empresas con buena reputación se diferencian porque sus públicos (stakeholders) las perciben como más atractivas que a sus competidores, ¿no será el mismo proceso para cada uno de nosotros?.
Si bien es cierto que han sido las redes sociales las que se han encargado de echar por tierra muchas reputaciones, también son plataformas idóneas para exponer una buena reputación.
Los medios sociales son ciertamente positivos, sin embargo no se debe perder la perspectiva; cualquier comportamiento que se aleje de la calidad, la elegancia, la discreción y la ética, se paga con la pérdida de la reputación, bien personal o bien asociada a tu negocio.
Uno de los principales riesgos a los que nos enfrentamos ante una pérdida de reputación es la privacidad, si bien es cierto que existen herramientas que permiten la protección de ésta variable, en muchas ocasiones se activa demasiado tarde, y en realidad no siempre es tan controlable como deseamos, sin perder de vista que en tu esfera privada estás tú y personas vinculadas contigo que también pueden verse afectadas por tus comentarios de forma indirecta.
Ejemplos de comportamientos imprudentes que han supuesto la pérdida de la reputación online, dinamitando a veces su privacidad  existen muchos, y no siempre asociados a la gente más joven. Cañizares y su foto en la ducha, Olvido Hormigos y su vídeo a un amigo, Bisbal y sus pirámides de Egipto… recuerdo aquella esposa de un político británico y sus fotos en bikini subidas en twitter.
Las fotos que se suben alguna vez y, hecho públicas ya no son nuestras y cualquiera puede tenerlas y usarlas en cualquier medio por más que ahora queramos ocultarlas. Además no tienen fecha de caducidad. Ocurre que si has usado la foto con tu marido y tu hijo pequeño de unas vacaciones y subido a tu twitter como perfil esa foto estará ya visible siempre, también aquella bailando de forma loca con más de una copa en el cuerpo, o en bikini blanco semimojado.  No lo dudes, estará aquella foto con quien no debías estar y te han  hecho precisamente en ese momento  y te la han publicado o ese vídeo con aquel amigo en actitud poco discreta  que preferías no se supiera donde y cuando habeis estado o esa otra en su coche y alguien si la ha puesto en Google  … ya no hay remedio.
 Cuando, damos me gusta, comentamos o retuiteamos vídeos malsonantes de personajes grotescos diciendo frases soeces o insultos; cuando hacemos valoraciones personales en las que incluimos a otras personas con textos en los que usamos comentarios vulgares y ordinarios con palabras groseras y dejas traslucir la falta de sentido común de ese momento, tu reputación es la que esta bajando puntos, y sería bueno tenerlo en cuenta… casi todo es ya público y el lenguaje es el medio que usamos de publicitarnos.

El lenguaje conforma la realidad suelo decir en los programas de formación y a mis coechees. Wilhelm von Humboldt lingüista, quien con 13 años hablaba latín, griego y francés, además de alemán y de adulto llegó a hablar también inglés, español, euskera (en San Sebastián hay una calle dedicada a él), húngaro, checo y lituano pensaba que el lenguaje que usamos organiza la realidad en distintas categorías y determina la forma de pensar, de percibir y sentir la realidad que vivimos. Y añadimos que según organizamos y usamos nuestro lenguaje representamos como estamos percibiendo nuestra vida, cómo somos, cómo queremos que nos vean, en definitiva diseña nuestra propia reputación social y así será como al final nos van interpretar los demás.
Un axioma del que no debemos apartarnos decía un experto en redes es: No subas ni digas aquello que nunca expondrías ni dirías en la plaza de tu pueblo. Para construir y mantener una buena reputación online tus exposiciones en las redes (facebook, twitter, tuenti, badoo, instagram, linkedin, myspace, google +, meetic… ) deben ser prudentes, discretas y consecuentes con las palabras que uses.
Internet y las redes sociales han hecho pública nuestra reputación, es por este motivo que conviene tener muy presente que ahora más que nunca, la máxima “acto – consecuencia” adquiere dimensiones que hasta ahora eran desconocidas y no estábamos muy acostumbrados.
Quizás aunque parezca que son únicamente las Empresas las que deben preocuparse por su branding corporativo, no se debe olvidar que transitamos por el ciclo de los negocios personales sociales, lo que implica que la reputación online de cada uno de nosotros, es tan determinante que su pérdida no sólo afectará a tu prestigio personal, sino y lo que es más importante, a tu futuro.
Dejo encima de la mesa para más que pensar… revisar y quizás borrar algo no excesivamente meditado… aunque ya quede su huella en algún sitio.
Mila Guerrero
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Publicado el sábado, 14 de febrero de 2015 a las 20:20 por Juan Bueno

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jueves, 9 de octubre de 2014



Estando en una sesión de coaching con un cliente, decidió revisar algunas de las cosas que él creía habían marcado su vida de una forma crítica, y que las atribuía al azar o la casualidad… “De pronto pasó eso y…… y me vi envuelto….

Así empezó la sesión. ¿Juega un papel importante el azar en la vida, o es el proceso de toma de decisiones el que la dirige?.
 
 

Relató como en sus primeros pasos laborales estando en una multinacional, un amigo le dijo que había unas plazas públicas “de esas de toda la vida” y por estar cerca de su familia, en vez de seguir en otra ciudad menos confortable… que se presentó y … “de casualidad aprobé” ; si me hubiera tenido que quedar; me dijo:”quizás tendría que haber hecho nuevas amistades, quizás dejar a mi novia con la que estaba ya acostumbrado a estar aunque poco enamorado e intentar decir a quien me gustaba mucho en ese momento ¿lo intentamos?”.
 
Siguió contando, que cuando ella le dijo el día y la hora en que se tenía que casar, dijo: "¡vale!", asentí sin pensar demasiado: “Es que creo que había quedado una fecha libre por casualidad o cuando me lo dijo ya estaba todo hecho”. Dejó al azar su primer hijo… “no pusimos medios si venía bien sino pues bien también…” y un segundo: “de hecho tardó mucho, pensaba que ya no tendríamos más, a mi me daba igual, ella era quien lo quería”.  Siguió contándome que: La casualidad hizo que se quedara libre un puesto directivo y… ese día yo defendía un proyecto y estaba ahí… Y también fue azaroso que un día, con un tema de trabajo alguien me dio una referencia contesté un correo, y empecé a hablar con una persona que me hizo sentir de otra manera. “Disfrutaba mucho, en ese momento me sentía más querido, protegido, muy bien,  sin más”. Y fue la casualidad que mi mujer cotilleara mi móvil,  y me obligó a dejar esa relación… y… de casualidad me recomendaron venir aquí.

¿Casualidad o causalidad?

En un mundo en el que no se puede evitar vivir sumergido en cierto grado de incertidumbre, en el que por alguna extraña razón las consecuencias de nuestras acciones o de nuestras omisiones están a veces más allá de nuestro alcance de comprensión aparente, el hecho de confiar en la suerte es, en cierta medida casi inevitable para sentirnos mejor.
 
Solemos preguntarnos por qué nos pasan las cosas, en lugar de reflexionar acerca de para qué nos han ocurrido. Preguntarnos por qué es completamente inútil. Fomenta que veamos la situación de la misma forma, a veces como un problema y nos lleva a adoptar el papel de víctima y sentirnos incapaces.

Por el contrario, preguntarnos para qué, nos permite ver esa misma situación estrechamente vinculada con la responsabilidad. Una actitud mucho más eficiente y constructiva. Favorece que empecemos a tener en cuenta la oportunidad de aprendizaje vinculada a cualquier experiencia, sea la que sea.

La física cuántica define este proceso de azar, en los términos que “la realidad es un campo de potenciales posibilidades infinitas, pero, solo se materializan aquellas que son contempladas y aceptadas. Es decir, que ahora mismo, en este momento, nuestras vidas, nuestras circunstancias son el resultado de la manera en la que hemos venido pensando, decidiendo y actuando durante años.

En Oriente se llegó a esta misma conclusión en el siglo V antes de Cristo. La ley del karma afirma que “todo lo que pensamos, decimos y hacemos tiene consecuencias” lo que elimina toda posibilidad de caer en el pozo del victimismo. De ahí que en el caso de que cometamos errores, los resultados nos permitirán evaluar decisiones y conductas, pudiendo así aprender y evolucionar.
 
Y en paralelo, en el caso de que cometamos aciertos, estos nos permitirán verificar que estamos viviendo con cierto grado de comprensión, discernimiento y acumulando cierta sabiduría.

Esta es la razón por la que los sucesos que componen nuestra existencia no están regidos por la “casualidad”, sino por la “causalidad”.

Si hemos venido creyendo que estamos aquí para tener un empleo que nos permita pagar las facturas, si opté por dejar en manos de otro u otra sentirme querido o respetado, mantener o no una amistad, no darme por enterado de hechos, ceder a imposiciones o admitir condiciones… eso es precisamente lo que habremos diseñado para nuestra vida, con nuestros pensamientos, nuestras decisiones y comportamientos.

Por el contrario, si cambiamos nuestra manera de pensar y de actuar, tenemos la opción de modificar el rumbo de nuestra existencia, cosechando otros resultados diferentes. El simple hecho de creer que es posible representa el primer paso.

Nos suceden experiencias que por la manera en como nos afectan, se las atribuimos a la buena o mala suerte, al azar, o a la casualidad. Otras decimos que suceden porque sí, porque tenían que suceder y a otras simplemente no le prestamos ninguna atención.

Una decisión unida a la habilidad, el conocimiento, la intuición y el esfuerzo apartan a la suerte de la escena. Las cosas que salen mal dada la falta de esas competencias, o las que salen bien gracias al ejercicio de éstas no pueden achacarse a la mala o buena suerte. Los sucesos externos que forman parte de nuestra existencia suelen ser un reflejo de nuestros procesos emocionales internos. De ahí la importancia de conocernos a nosotros mismos.

 
Según la ley de la sincronicidad, “lo que nos ocurre, bueno o malo, está ahí para que aprendamos algo acerca de nosotros mismos, de nuestra manera de disfrutar la vida”.

¿Qué has aprendido de esas decisiones que dices dejas que tomen otros por ti?,  ¿Cómo te ves dentro de siete años ? ¿Qué haces para disfrutar de tu vida? le pregunté a mi cliente …
 
Mila Guerrero
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Publicado el jueves, 9 de octubre de 2014 a las 22:44 por Juan Bueno

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viernes, 13 de diciembre de 2013

Publicado el viernes, 13 de diciembre de 2013 a las 17:42 por Juan Bueno

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