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lunes, 2 de noviembre de 2015

“Que esa mañana decidiéramos coger las bicicletas y hacer la Senda del oso, resultó ser uno de esos momentos a los que yo llamo “momentos pancorbo”. 

“Que todos estuvieran encantados con el plan, que los bocadillos olieran a tortilla caliente en pan crujiente, parecía animar a pedalear a todos menos a mi.” 


“La senda es larga, 22 km, y aunque no es complicada, hay muchas fuentes y está considerada una de las más bonitas para hacer en bicicleta, mientras me preparaba me venían a la cabeza más razones para no ir y buscar una buena disculpa para huir, que para estar lista. Pero pospuse mis deseos, siempre creo que es mejor ver más allá del primer impulso"

“Que viniera una grandísima amiga era el mayor aliciente, así que, con deportivas, casco y todo lo necesario, allí estaba dispuesta a pedalear.”

“Creo que fue cruzando el primer puente que ambas nos quedamos rezagadas y vimos a todos irse alejando poco a poco y la voz de alguien gritando con mucha energía decir: “os esperamos en ...” lo último ni lo oí. Despacio seguimos el paseo mirando el bosque, el río, las praderas y sudando que el sol a esa hora ya no perdonaba.”

Vi un sitio precioso para sentarnos y no pude hacer otra cosa que proponerle: "Hagamos un pancorbo".

-Si eso es parar y descansar, me apunto. Contestó divertida.

Tranquilas, sentadas, respirando con suavidad y dejando medio tiradas las dos bicis me preguntó.”

-¿Qué es un pancorbo?

Sonriendo al recordarlo le conté.

-Pues es una bobada. Hace tiempo acompañaba en los viajes de forma bastante particular a una persona que quiero mucho, y muchas veces nuestro punto de encuentro era Pancorbo. Así que tengo asociada la palabra a momentos de ilusión, de sentirme bien y de estar en compañía de alguien a gusto pudiendo contar cualquier cosa.

Que ese momento lo rompiera una ciclista alejada de su pequeño grupo y que con sus zapatillas amarillas, pantalones de lycra y gafas de sol de montura llamativa nos dijera…. No, mejor no lo escribo aquí que raya entre lo obsceno y lo ordinario. Hizo que sorprendidas de la malquerencia gratuita de sus palabras y sus gestos, nos miráramos desconcertadas, perplejas al vivir la escena. Pero en silencio, sin contestar de forma impulsiva, controlando el deseo de hacer o de decir, observamos como con estilo bastante temerario e imprudente, levantando el culo del asiento, pedaleaba más rápido para alejarse, dejándonos muy atrás.”

-Dos minutos más ¿te parece?. Nos pedimos a la vez.

“Volviendo a las bicis recorrimos aquella senda hasta encontrarnos con los que llevaban los bocadillos, el chocolate y manzanas de la tierra. Disfrutamos de meter los pies en agua fría, de estar con quien merece la pena estar.”

“Ya de vuelta, en otro puente con varios charcos de barro de antiguas lluvias no evaporadas, donde volvimos las dos a parar para partir una onza de chocolate y saborearla mientras mirábamos el río, nuestra ciclista regresaba envalentonada. 

Y perdió el equilibrio, lo perdió, y su bici sin control se desestabilizó. Y allí estaba caída en todo el charco, con el casco ladeado, perdidas sus gafas espejo, y el amarillo de sus zapatillas también perdido entre los colores ocres del lodo.”

“Que la viera con la intención de adelantarse para quizás echarle una mano y ayudarla, hizo que le sujetara el brazo con fuerza diciendo:”

-No, permítele que encuentre su dignidad en la ciénaga que se ha metido. No rompas este momento también pancorbo.

"Y así, sin hablar, como en el viaje de ida, con el sosiego que da la prudencia, bajamos despacio el tramo que quedaba disfrutando de lo que había sido esa preciosa excursión. No de los percances del camino. Esos los aparté y dejé olvidados en la senda." 

Esa noche concilié muy bien el sueño, me parece recordar que tuve por segundos un pensamiento parecido a.. No hay plazo que no llegue… pero me dormí sin terminar el refrán de mi abuela.”

Este es el relato, ejercicio de su curso de escritura, que me ha enviado quien ha tenido que poner en marcha un gran repertorio de conductas de autocontrol emocional en esta última etapa.

El autocontrol emocional es la capacidad que nos permite gestionar de forma adecuada nuestras emociones y no permite que sean éstas, las que nos controlen a nosotros. Para Daniel Goleman es “La habilidad para hacer una pausa y no actuar por el primer impulso ”. 


Dejo encima de la mesa … la posibilidad de buscar pausas y respirar con calma antes de encontrar los que serán buenos caminos.

Publicado por Mila Guerrero.
Manager I+D+i de R&H Talento y Personas




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Publicado el lunes, 2 de noviembre de 2015 a las 11:35 por Juan Bueno

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viernes, 9 de octubre de 2015

Sinceramente tengo que morderme la lengua muchas veces, otras, muchas no te creas, atarme las piernas para no huir, esas en que me gustaría desapareciera de mi vida. Pero sin embargo sigo ahí, sin moverme, aguantando… si pudiera alejarme lo suficiente para tener la sensación de poder respirar con cierta serenidad. Si pudiera decir lo que realmente quiere decir mi cabeza. Es una voz constante que me intoxica y que aún cuando no está presente, me deja ese regusto amargo teñido de algo que sé que a la larga es peligroso, pero… no me atrevo.
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Muchas veces estamos unidos o nos vinculamos a personas que en vez de sumar nos restan. Nos hacen sentir como que nuestros sueños, nuestra forma de ver y entender las cosas, la vida, la forma de disfrutar, nunca será posible.

Si algo es cierto, es que siempre estamos con otras personas, comunicándonos permanentemente. En pocos momentos del día no establecemos algún diálogo. 

Con el portero o el vecino al salir de casa, con el gasolinero al repostar, con el jefe, compañeros, amigos, la pareja, los hijos… y a veces otorgamos y damos a la voz de los demás, un valor y una estima que no merecen, convirtiéndolos en el mayor obstáculo para sentirnos bien dibujándonos una vida encadenada, sin darnos cuenta que tenemos la llave del candado. Son personas que contaminan.

Tú sabes lo que es oír siempre lo mismo. O que no lo hago bien, o que no sé, o que esperaba otra cosa, o que sufre mucho y no comprendo, o que trabaja mucho, o que es imposible y…. Ni siquiera cuando me enfado, levanto la voz y lanzo suplicas o ultimatums desaparece. Si tuviera que poner una imagen a esto sería un extractor que me absorbe hasta la última gota de energía positiva, inoculándome a la vez un tóxico que me debilita poco a poco.

extractor
Nadie está en condiciones de cuestionar, ni juzgar, ni tus capacidades, ni tus decisiones, ni tus intereses, ni siquiera de interpretar los criterios que utilizas para actuar o elegir qué o con quien quieres estar. Puede que sin pensar mucho has avanzado y aceptado metas, personas, situaciones o cosas que te interesaban muy poco o hasta que fueran antagónicas a la forma que consideras correcta de actuar o hablar… Piensa por un instante:

¿Qué estás buscando?

¿Qué estás viviendo?

¿En qué usas tu tiempo?… o solo estás andando por andar, aceptando por aceptar.

Mientras conducía por la autopista y hoy mientras venía hacia aquí, pensaba en como se ha reducido mi vida y mis intereses. ¡Como han menguado!. Que pocas cosas nuevas hay interesantes. Realmente mantengo apenas nada especial, me refugio en dos cosas, pero el resto sé que me harán a la larga alguien que no me gustaría terminar siendo. Echo la vista atrás, quizás dos años poco más y he perdido mucho.

Cuanto mayor sea el tiempo que le dediques a escucharte, cuanto más te detengas a observar qué se ve desde fuera y prestar atención a lo que sientes, quieres y piensas, mayores serán tu éxitos y mejor te sentirás. Las voces ajenas, por cercanas que sean, no conocen a fondo ni tus fuerzas, ni tus deseos.

Lazos del alma que a veces se convierten en lazos mortales, ¿lo has pensado?

Esta es parte de la conversación que la semana pasada tuve con quien me vino a ver y que continuó… pero es un buen ejemplo de lo que se consideran relaciones tóxicas.

relacion toxica
Relaciones que se dan en la familia, con amigos, con compañeros de trabajo, de estudios, clientes... de las que nos cuesta alejarnos aún sabiendo lo insanas que son. Son heridores profesionales, esperando que algo malo suceda para dar cuenta de “acuse de recibo”.

Sin embargo nadie puede esquivarlos, nadie puede evitar a personas equivocadas que se han colado en nuestras vidas y permanecen evaluando permanentemente lo que decimos, y lo que hacemos, o lo que no decimos o no hacemos. Son esas personas que potencian nuestras debilidades y que al final nos llenan de sufrimiento y frustración. Pero más allá del dolor que nos provocan las preguntas claves son:

¿Qué hago yo?, ¿cómo excluyo de mi círculo afectivo vital a estos personajes? cómo me alejo de los meteculpas, del siempre ofendido, de descalificadores, de insultones y manipuladores, de chismosos y autoritarios, de esos quejosos víctimas permanentes. ¿Cómo empezar?

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Buscando relaciones enriquecedoras, que aporten otras forma de ver las cosas, en positivo, con posibilidades de mejorar o de actuar de forma más serena, más beneficiosa. Tu vida depende de tus elecciones y en ellas se incluyen con qué tipo de personas te vas a relacionar.

Como la carta de un restaurante, hay platos deliciosos y suculentos, y otros que ya conocemos, esos que te hacen pasar la noche levantándote varias veces para beber mucha agua.

Establecer límites: Decir NO, forma parte del límite, a veces alejándote físicamente, y siempre sin seguir juegos dañinos. Dejar pasar el tiempo, esperar que el otro cambie no es una buena alternativa.

Como cuando se cocina: Aquello que no sacas del horno a tiempo, no es un buen asado.

Sin excusas: Siempre puedes elegir, siempre hay otra alternativa, solo es cuestión de escogerla.

Como los helados, hay de mil gustos, la vainilla no es el único sabor siempre está la frambuesa, el...

carta-cañaControlando tu “marco”: El marco en PNL se conoce como la perspectiva que se tiene de una situación. Son las creencias e ideas que cada persona tiene sobre el mundo, su forma personal de interpretar las situaciones. La perspectiva de siempre puede que no sea la mejor perspectiva por años que se lleve viéndola y viviéndola.

Como cuando eliges la mesa en que sentarte en el restaurante, desde cada mesa se ven cosas diferentes... la puerta de los aseos, o la ventana con la gente paseando por la calle.

Cuando terminó esa larga conversación, pensé en todo lo que aún quedaba por digerir y como se habían dejado pasar momentos sabrosos que nutrían por otros de auténtico ayuno, aunque aparentemente envueltos en sushi de buen aspecto.

Pero me dije, siempre hay posibilidades.

sushi




Dejo encima de la mesa para pensar ...“Procura conseguir lo que te gusta o te verás obligado a que te guste lo que no te gustará” Bernard Shaw.





Publicado por Mila Guerrero.
Manager I+D+i de R&H Talento y Personas
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Publicado el viernes, 9 de octubre de 2015 a las 15:24 por Juan Bueno

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lunes, 28 de septiembre de 2015

Una conversación durante una comida que a todos este verano nos pareció muy interesante.

Eramos ocho en la mesa, uno de los chicos que llevaba un día algo enfurruñado, más callado de lo habitual en él, y con pocas ganas de saltar olas, hacer un recorrido en bici por la Camocha o jugar un partido como siempre proponía; cuando habíamos pedido varias veces agua al camarero y este parecía resistirse, primero a atender la petición y luego a traerla, nos dijo con un tono contundente:

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-Soy a veces incapaz de aguantarme, me dan ganas de levantarme yo y….
Su madre rápidamente le interrumpió para decirle:
"No siempre pueden cuando tú lo deseas."
-Ya pero es como que me disparo, le contestó. A veces según me están saliendo las palabras de la boca, sé que no debería haber dicho o hecho algo, y me gustaría poder meterlas de nuevo en mi boca y tragarlas… pero ya no hay remedio.
Tuvimos que reírnos todos.

"Siempre has sido así muy de intervenir inmediatamente, le dijo su madre; recuerdo la vez en que se salía agua del radiador del coche y tu padre y yo mirábamos agachados buscando por donde se salía y con tres años te colaste entre los dos para decirnos con una lengua aún casi de trapo: “¡¡quitaros que ya lo miro yo!!”. Y sin más te tiraste al suelo a ver el radiador, mientras atónitos te mirábamos pensando si sabías qué era un radiador de coche"

Escenificando todo con una serie de gestos, ella nos hizo reír aún más a todos.

En ese mismo momento llegó el agua a la mesa, “Gracias estaba muriéndome de sed” dijo. No hubo respuesta por parte de quien la había traído, pero si más risas en la mesa.

"Deberías practicar en entender..."

No le dejó terminar
-Es que tú siempre entiendes a todos, y aguantas todo. Contestó de nuevo a su madre.

"Eso no es del todo cierto. A mi también a veces las cosas que no salen como deseo, me sacan de quicio. Sabes además que cuando me han hecho sentir mal durante tiempo, he tenido que hacer grandes esfuerzos por controlarme y no hacer un daño quizás irreparable. Pero me controlo y sobre todo dedico un tiempo a pensar en las consecuencias, para mi y para las personas que podrían verse afectadas si reacciono tan enfadada"

-Lo sé, pero a mi me parece que tendrías que haber demostrado...

Otro muchacho de la mesa salió en su defensa.

-No, no, ahí tiene razón. Si te dan caña, tu más caña.

- Yo he aprendido a aplicar la regla del 7 y es tremendamente eficaz: ¿Qué pensaré de esto dentro de siete días?, ¿Y dentro de siete meses?..¿Y dentro de siete años?. La importancia de algunas cosas desaparece. Yo me puedo aguantar sin sentirme tan mal. Siempre busco otra forma de verlo, y acepto que también pude equivocarme al esperar algo que no parece posible.

Cualquiera podría decir que lo que acabamos de leer es un tema de autocontrol, y es cierto, o de paciencia y también lo sería; pero el núcleo que esta situación está en la tolerancia a la frustración.

chiste frustracion
La tolerancia a la frustración se aprende, como casi todo, es cierto que hay temperamentos a los que les resulta más difícil ejercitarlo y necesitan echarle más esfuerzo, tiempo y técnicas que otros caracteres más serenos y analíticos, capaces de demorar la satisfacción o de buscar alternativas a los acontecimientos desagradables.

Albert Ellis fue uno de los primeros autores que trabajó este concepto. La baja tolerancia a la frustración está relacionada con dos aspectos:

  1. Una percepción exagerada, y errónea, de la situación que estamos viviendo.
  2. La creencia de que no podemos ni queremos vivir el malestar que estamos experimentando.
Las personas propensas a sentir ira, enfados o reaccionar de manera exagerada interpretan las situaciones de una forma bastante distorsionada, lo que incide directamente en mantener su irritabilidad.

enfadado
Para el Dr. Albert Ellis, estas personas tienen pensamientos, reglas y expectativas muy rígidas que regulan su vida. Una visión desproporcionada de los acontecimientos con verbalizaciones catastrofistas “es horrible”, “es terrible”, “es trágico”, “es un desastre” “no lo puedo consentir” “no lo aguanto”. 

Afirmaba además que la baja tolerancia a la frustración es una creencia irracional que se define como una incapacidad para aceptar las situaciones y a las personas como son, mediante la imposición de la creencia de que las cosas “deben” ser de una determinada manera, como yo creo, pero poco realista y objetiva, de ahí el adjetivo irracional.

La frustración forma parte de la vida y, aunque no podemos evitarla, podemos aprender a gestionarla y superarla… los tres pasos iniciales:

  • Diferenciar mis deseos y mis necesidades, evitando reaccionar a los primeros como si fueran necesidades orgánicas que requieren satisfacción y alivio inmediato.
  • Controlando los impulsos. Antes de hacer algo que pueda resultar perjudicial, pensar en los resultados que has obtenido cuando has reaccionado igual en circunstancias similares y en las posibles consecuencias no solo para uno mismo.
  • Aprendiendo a soportar el dolor y el malestar con buenos hábitos de autocontrol, evitando resolverlos de forma inmediata y compulsiva.

Así que, cuando se acabó el agua, tuvimos que volver a pedir otra jarra, pero ya no había tanta sed, pudimos esperar, había mucha gente en el restaurante a esa hora.

Dejo encima de la mesa para pensar que ... nada es, ni tan importante, ni tan necesario, ni tan imprescindible…

Publicado por Mila Guerrero.
Manager I+D+i de R&H Talento y Personas
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Publicado el lunes, 28 de septiembre de 2015 a las 13:04 por Juan Bueno

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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Una famosa canción de hace algunas décadas decía: “el final del verano llegó y tú partirás…” y en efecto así es. La estación meteorológica aún tiene unas semanas por delante, pero lo cierto es que el verano entendido como espacio de asueto y vacaciones ya es para muchos de nosotros un recuerdo, aún cercano, que rememoramos constantemente. Todos repetimos (los que hemos podido disfrutar esas vacaciones) los viajes, el relax, la ausencia de horarios, los amigos, la playa, el chiringuito, los deportes, la aventura o esos planes que hemos preparado durante meses. 



Y en ocasiones todo ese periodo vacacional está un poco idealizado, y puede resultar un tanto frustrante. Incluso nuestros recuerdos están un poco edulcorados. No resulta muy apetecible reconocer ante los demás que el viaje de nuestros sueños no estuvo a altura de lo esperado; la familia un tanto hostil; la paella del chiringuito mediocre; o la relación con la pareja menos idílica de lo deseable. 

Pensaba en este tema hace un par de semanas oyendo un programa en la radio gallega sobre la búsqueda de la felicidad. Después de una hora de charla con los oyentes y alguna aportación más científica la conclusión era que casi permanentemente estamos persiguiendo la felicidad, esperando un estado placentero, de satisfacción y alegría, que nos imaginamos como poco cotidiano. En nuestro deambular soñador sobre esos estados de bienestar y gozo probablemente perdemos muchos momentos que pueden resultar absolutamente deliciosos, con los que sentirnos en la gloria.

En ese camino de incesante persecución de la felicidad Aristóteles afirmaba que ésta no se encontraba en la búsqueda de los placeres, sino en alcanzar una “teoría del equilibrio”y para lograrla “hay que practicar actos buenos, justos y equitativos”. Este planteamiento filosófico, como vemos, tiene más que ver con aspectos intrínsecos de la persona que con bienes o deseos materiales. En una interpretación mucho más prosaica no hay porque asociar estar en una hamaca frente al mar saboreando el refrescante gin tonic que me han servido con un momento placentero o feliz. Ese momento puede ser tremendamente desgraciado u oscuro. Seamos realistas. ¿no podemos alcanzar momentos de agrado, de gran complacencia en el trabajo? ¿qué sentimos entonces cuando nos aprueban un proyecto o cuando se valora un trabajo bien hecho? ¿qué mecanismo malévolo hace que asociemos el trabajo con una maldición y las vacaciones sólo con despreocupación y fortuna?

Un pensador actual como José Antonio Marina afirma: “la felicidad consiste en la armoniosa satisfacción de nuestras dos necesidades esenciales, la de disfrutar (faceta hedonista), y por otro lado, y aunque resulte paradójico, la de vivir en tensión”. En efecto el hombre necesita ser reconocido y valorado en lo que hace, saber que es útil, necesario, adecuado, creativo o bello.

Todo lo que hacemos busca la felicidad, nadie desea sentir dolor, sufrir o saberse frustrado. Queremos vivir con tranquilidad y alegría, disfrutando de lo que nos rodea y sin temer desgracias que nos acechen. Claro, es humano y lógico. Pero a veces tenemos un poco desenfocado el asunto.

De las chanclas a la corbata nos invita a reflexionar sobre lo que es esencial en nuestras vidas, sobre esos momentos de goce en los que nos podemos sentir muy afortunados, aunque nuestra economía esté maltrecha. Hay que disfrutar las pequeñas y las grandes cosas, todas aquellas que nos hagan sentir y vivir un momento grato, apacible, de los que provoca una sonrisa. Y esos se pueden producir en la playa o en la montaña, pero también en la oficina o en la fábrica, o en un paseo con la familia, o en una sobremesa con amigos, o en una conversación interesante o en un día de trabajo intenso con tu equipo, o cuando llegas a casa y simplemente aprecias el sonido y la luz de tu hogar.

Las vacaciones o un proyecto profesional están muy relacionadas con las construcciones mentales que nos hacemos al respecto. Esto significa que puedo imaginar un viaje maravilloso y lleno de experiencias interesantes o pensar más en las dificultades de organización o el choque que puedo experimentar en otras culturas. Tanto en uno como en otro caso mis recuerdos pueden ser positivos o negativos en función de cuáles eran mis expectativas. De igual forma puedo visualizar un proyecto profesional como un reto, creativo y dinámico y ese proceso puede anticipar momentos de felicidad intensa.

He disfrutado de unas buenas vacaciones, valorando la ausencia de despertador, el sol, el mar, la familia y tiempo para la lectura. Pero retomo ahora mi actividad profesional con ilusión y ganas de abordar proyectos. Guardo con una sonrisa mis chanclas y saco los zapatos de salón dispuesta a disfrutar todo lo que pueda del ocio y del trabajo. Porque la felicidad es también una cuestión de actitud.


Publicado por May Ferreira.
Executive Manager de R&H Talento y Personas


Publicado el miércoles, 9 de septiembre de 2015 a las 23:15 por Juan Bueno

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viernes, 12 de junio de 2015

Esta frase me la dijo mi buen amigo y gran profesional del mundo del Márketing, Juan Carlos Alcaide, cuando me ilustraba con algunas explicaciones sobre ese área por entonces desconocida para mí, y sobre la que tenía que hacer un trabajo relativo a la experiencia cliente. Mientras él hacía acopio de sus conocimientos para que yo aprendiera algo sobre el asunto me dijo esta frase que se me quedó grabada: “calidad y calidez dan un diez”, ilustrando así lo que según su criterio eran dos requisitos para convertir cualquier compra de un producto o servicio en una experiencia memorable. La calidad, en el sentido de recibir algo bueno y con un precio justo y calidez en el trato, que te hagan sentir bien, incluso especial.


Muchos han sido los momentos en mi vida como cliente o usuaria en la que he rememorado la citada frase. Y no es mi objetivo en este post hacer una reflexión sobre la necesidad de trabajar con unos altos estándares de calidad. No lo es, aunque muchos son los tratados y manuales escritos sobre el tema.

Estoy absolutamente convencida de que una inmensa cantidad de problemas ni siquiera se plantearían, si todos y cada uno de nosotros tuviéramos como lema la calidad en nuestro quehacer diario. Y pienso en cualquier profesión: el conductor de autobús (con frecuencia echo de menos que saluden), la cajera del supermercado o el director general de tu compañía de seguros. Si todos asumiéramos nuestro trabajo teniendo presente las necesidades y expectativas del cliente, cumpliendo las normas y con una necesaria dosis de flexibilidad para adaptarnos a imprevistos o situaciones urgentes, muchos de los errores, equívocos o problemas que surgen, simplemente no aparecerían.



Yo voy algo más allá, con una concepción un poco más emocional de este tema, y me centro en la parte de la calidez, o sea el trato como a una persona, con respeto, educación, naturalidad, cercanía, amabilidad y empatía. Eso sí da un diez. O más. Y cuando a uno le tratan así se va fortalecido, animado, bien predispuesto. ¿Tanto cuesta?

Parece que sí. Hay gente que va a su trabajo con la convicción de estar penando su condena y las personas a las que atienden, tienen también su parte de culpa. 

Y hay otras (quiero creer que son la mayoría) que deciden afrontar la vida con un enfoque positivo, abierto, tolerante y con la sonrisa puesta en los labios.

Siempre me pareció más rentable esta última postura. El buen talante refleja lo mismo. Es difícil responder con un exabrupto a alguien que nos atiende con un trato afable, educado, incluso cercano.


Sin embargo, en sentido contrario es fácil predisponerse con una persona que se dirige a nosotros con tono altanero, distante y transmitiendo además pocas ganas de trabajar. 

Trabajar con diligencia, con corrección y con alta calidad debería ser requisito indispensable. En cualquier ámbito, porque todos somos clientes y proveedores, todos damos y recibimos.

Y el reverso de esa moneda lo he vivido hace unos días, y recuerdo la imagen que protagonice con un regusto de amargura y sorpresa, que me dejó pensativa un buen rato: Desde hace más de tres años estoy esperando una resolución de la justicia que se ha hecho esperar, y en los últimos meses estuve llamando por teléfono de forma continuada todas las semanas para saber cómo iba el asunto (por cierto, mi abogado tiene un lema: Justicia lenta = Injusticia). Pues bien, durante todo este tiempo me han atendido en el juzgado (de la más alta instancia) diferentes funcionarios con total corrección y amabilidad, y sobre todo, empatía. Ante mis disculpas por seguir llamando con frecuencia la respuesta era invariable: ”No se preocupe”, “Estamos para eso”,  “Llame cuando quiera”,
etc.


Hace unas semanas por fin el tema se solucionó y yo me sentía en deuda con todas esas personas que me trataron con deferencia y respeto y decidí llevar unos bombones para mostrar mi agradecimiento. Cuando entré en la sala y me dirigí a ellos, todos los funcionarios me miraban con cara de estupor y por un momento pensé que me tendría que volver con los chocolates que había comprado. Nadie cogía la caja y me miraban con recelo.

Cuando por tercera vez expliqué mis razones la respuesta unánime y manifestada por algunos de ellos era “Nadie nos da nunca las gracias”, “Recibimos muchos gritos y reproches”. Salí de allí con una mezcla de tristeza y decepción, a pesar de haber cerrado de forma favorable mi asunto personal.

En efecto no estamos acostumbrados a que se nos agradezca un trato bueno, cálido, afectuoso. Nos faltan muestras de cariño, una sonrisa, un guiño, cualquier gesto o palabra que manifieste un feed back positivo. 

Es reconfortante hacer bien nuestro trabajo, (calidad) y hacerlo de forma afable (calidez). Además dan un diez.



A mí me satisface realizar mis tareas bien, me gusta que me traten con educación y cercanía y me encanta agradecer un servicio bien prestado.

También me gusta que me agradezcan cuando soy yo la que lo presto.

Agradecer y ser agradecido. Bendita costumbre.

Publicado por May Ferreira.
Executive Manager de R&H Talento y Personas



Publicado el viernes, 12 de junio de 2015 a las 13:46 por Juan Bueno

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domingo, 10 de mayo de 2015

Diversos estudio, recientemente publicados, confirman la tendencia que lamentablemente ya conocemos: el resultado de los estudiantes españoles es discreto, mediocre, muy muy mejorable. Pero lo peor, desde mi punto de vista, no es sólo que la valoración académica de los estudiantes de hoy (y empleados del futuro), sea tan baja, sino que además esos conocimientos recibidos en el mundo educativo, están francamente alejados de las exigencias del mercado empresarial. 


Esa falta de conexión entre la preparación que reciben nuestros jóvenes universitarios y las características de los puestos de trabajo a los que optarán en unos años es muy preocupante. Llenamos sus cabezas de una cantidad ingente de conocimientos, casi siempre aprendidos a golpe de memoria, y apenas rozamos las técnicas o métodos que serán precisos desarrollar en la Empresa.

La percepción que provoca el análisis de esta situación, es de una gran desazón y de una enorme incertidumbre. Cuando se nos llena la boca hablando de competitividad o empleabilidad, no podemos convivir con un mundo académico tan distanciado de las necesidades o expectativas reales demandadas por nuestras Empresas.

La semana pasada tuve la ocasión de participar en el nacimiento de una iniciativa a la que le auguro una gran trayectoria. Se trata del Observatorio de Recursos Humanos (en la que R&H Talento y Personas participa de forma activa, junto a otras Empresas del sector) de la FENAC (Federación Nacional de Asociaciones de Consultoría). FENAC aglutina a un total de 60.000 Empresas y más de 600.000 trabajadores.
A través de esta iniciativa se van a promover acciones encaminadas a tratar de cubrir el gap existente entre candidatos y empresas.

La formación juega un papel estratégico en la competitividad de las Empresas: preparando a las generaciones venideras para un futuro cada vez más exigente, muy cambiante y con una velocidad no apta para pusilánimes.

Debemos dejar atrás, por obsoleto e ineficiente, un sistema articulado en torno al aprendizaje memorístico y poco reflexivo o analítico y que algunos, como el profesor Cesar Molinas, han llegado a catalogar cómo fábrica de parados.

Recitar la lista de los Reyes Godos, las preposiciones o las colonias de ultramar, poco nos aportan a mentes que tienen que ser abiertas, proactivas y rápidas.

Competencias como hablar en público, ser capaces de hacer presentaciones de impacto, practicar una comunicación persuasiva, ser flexibles ante circunstancias volátiles, estar claramente orientado a resultados o ser capaces de gestionar equipos con inteligencia emocional están a la orden del día. Diría más, son imprescindibles no sólo para alcanzar el éxito, sino para entrar en un mercado laboral abierto, exigente y más competitivo que nunca.

Este momento difícil y apasionante que estamos viviendo, provoca una extraña paradoja que se está viviendo en Empresas de muy diversos sectores. A pesar de las cifras de paro, aún inadmisibles en nuestro país por el drama humano que encierran, en determinadas organizaciones no se cubren algunos puestos  de trabajo porque el mercado laboral adolece de los perfiles necesarios.

Cierto es que cuando una persona se incorpora a una Empresa es preciso formarla en la cultura y los atributos de cada organización, y pasar por un necesario periodo de adquisición de conocimientos propios del sector y del puesto. Pero lo lamentable es que haya tantos y tantos perfiles, a todas luces alejados de las competencias requeridas y sin vías de poder adquirirlas.

Con la noble pretensión de colaborar en esta tarea, nace el Observatorio de Recursos Humanos de FENAC, aspirando a ofrecer una alternativa global y completa para que ambos cabos de la misma cuerda: candidatos y puestos puedan unirse en una simbiosis, al menos un poco más armoniosa, en el universo empresarial.

Publicado por Juan Bueno.
Managing Partner de R&H Talento y Personas



Publicado el domingo, 10 de mayo de 2015 a las 23:02 por Juan Bueno

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domingo, 3 de mayo de 2015

LA RESILIENCIA: Una actitud imprescindible para superar las adversidades.



Publicado por Juan Bueno.
Managing Partner de R&H Talento y Personas



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Publicado el domingo, 3 de mayo de 2015 a las 22:19 por Juan Bueno

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Publicado por Mila Guerrero.
Manager I+D+i de R&H Talento y Personas

En una sesión de formación dedicada al análisis de problemas y toma de decisiones, he hecho referencia a un libro del sociólogo Nate Silver “La señal y el ruido” desgranando cómo las personas llegamos a analizar las situaciones para tomar decisiones intentando acertar en nuestros pronósticos y por lo tanto decisiones. Muchos de mis clientes cuando acuden a las sesiones vienen inmersos en una situación que de alguna forma les desestabiliza, buscando soluciones. Nunca las doy, ni en sesiones de coaching, ni en terapia, procuro guíar en el recorrido de bucear en sus propias u otras posibles soluciones, aunque el escenario en el que estamos y mis preguntas son más elementos a tener en cuenta, que intervienen en el proceso de decisión.
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¿Monto mi propia empresa o accedo a quedarme rebajando la categoría y salario?.

¿Dejo a mi pareja, aunque con quien quiero compartir mi vida aún no se decide?  

¿Vuelvo a un trabajo seguro y estable aunque poco atractivo o me arriesgo y sigo en este proyecto/empresa que me gusta?. 

¿Qué consecuencias personales tiene seguir con esta denuncia?. 

¿El beneficio es mayor que la pérdida? 

No dedicaré este post a Guy Kawasaki ni a métodos como el "diagrama de espinas" o el "Análisis de los 5 Por qués", dedicaré estas líneas al perfil de quien debe elegir qué usar y cómo hacerlo. En los análisis situacionales y tomas de decisión las actitudes personales son la red que soportan en gran parte los posibles resultados, además de los datos y hechos. Los perfiles competenciales personales, las actitudes que desarrollamos en los escenarios que vivimos marcan la dirección de nuestros pronósticos y por lo tanto de nuestras decisiones de vida.

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Las dos actitudes que simbolizarían a un buen, de un mal analista son, ser zorro o erizo (Philip E. Tetlock, 1987), en definitiva el estilo cognitivo con el que nos enfrentamos a los hechos. Los erizos son esos personajes muy parecidos a los ahora tan frecuentes tertulianos, acaparadores de las conversaciones que saben de todo y les gusta oírse y rápidamente dan veredictos, y se rigen por principios generales. Freud y su inconsciente para definir todo o quizás Pablo Iglesias y sus castas serían perfiles cercanos. Mientras los zorros se comportan de forma más cuidadosa y observadora, y atienden a los matices, vigilan diferentes perspectivas y son cautos en sus apreciaciones o veredictos. Me viene a la cabeza en este momento Angel Gabilondo en su proceso de un acuerdo de estado siendo ministro de educación, o la jurista Manuela Carmena en sus valoraciones sobre el sufrimiento del terrorismo. 

Cuales son las competencias de un buen analista que le llevará a buenas predicciones y tomas de decisión. (perfil zorro). 

Un pensamiento multidisciplinar que incorpora diferentes visiones con independencia de su procedencia, alejándose de solo lo que valora como adecuado o conocido, incorporando en sus esquemas aquello que aunque no cree posible lo deja permanecer y ocupar un espacio. 

Sin embargo, los perfiles erizo son especialistas en visionar de una única forma y todo lo analizan con las mismas creencias y paradigmas, nunca salen de su entorno seguro, donde ellos se encuentran como expertos y les aplauden. 

Otra buena competencia es la adaptabilidad, si no están seguros de que el enfoque inicial puede tener buenos resultados, buscan y optan por enfoques múltiples y simultáneos y recogen más datos, preguntan y sobre todos escuchan. 

Sin embargo los erizos menos eficientes se mantienen firmes en sus enfoques y cada dato nuevo lo usan para reforzar su propio enfoque. Un “lo ves...” o “ya lo decía yo..” sale con frecuencia de sus bocas. Siempre se buscan a aquellos que los aplauden. 

Un buen analista es autocrítico, están dispuestos y muchas veces contentos de reconocer sus errores y aceptan su responsabilidad, sin embargo los perfiles erizos se comportan de manera terca, y por más que la realidad se impone, no cejan en atribuir a otros los malos resultados. 

Tolerancia a la complejidad, los buenos predictores entienden que las situaciones, las conductas de las personas, el universo es complejo, y es posible no ser capaz de entender algunas situaciones por la propia forma de interpretar el mundo, sus deseos, sus conocimientos, sus prejuicios o por las experiencias vividas. Los malos analistas esperan siempre una única forma de resolver y utilizan unos únicos principios de actuación, lo que no les deja ver más allá de su reducida zona vital.

complejidad
Una de las competencias más importantes es la prudencia, los buenos analistas matizan siempre sus opiniones y dejan abiertas posibilidades de cambio y de disculpa, frente a aquellos erizos que se expresan en términos absolutos y son reacios a cambiar de opinión por más que los datos y los hechos se vayan acumulando en contra de suya. 

Por último, es mejor ser empírico, recoger datos, observar y sobre todo escuchar, a ser un ideólogo con frases que empiezan con “esto es así...” “siempre ocurre...” “nunca me equivoco con esto...”

solucion Entonces, ¿cambio de empresa? ¿sigo con mi proyecto? ¿dejo mañana a mi pareja?, efectivamente ¿fue un error y no calibré bien, ni escuché las posibles consecuencias de ese juicio en el que me empeñé y aún sigo enrocada?. 

Lo dejo en la mesa para pensar .... y a cada protagonista reflexionar ¿zorro o erizo?.

Publicado por Mila Guerrero.
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Publicado el a las 0:11 por Juan Bueno

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