sábado, 17 de enero de 2015

Quienes os quedasteis con ganas de conocer el desenlace de la historia que comenzó en un artículo anterior, bajo el título "Erase una vez", aquí tenéis la segunda entrega de la historia.

Si queréis recordar el comienzo de la historia, hacer click en el siguiente enlace:
Volvieron ambas apesadumbradas a la oficina y sin las ideas muy claras sobre lo que tenían que hacer, pero sabiendo que no podían ignorar el problema al que se enfrentaban.
Ambas dlijeron: "Hoy no vamos a hacer más al respecto. Lo consultamos con la almohada y mañana nos reunimos para aclarar nuestras ideas".




Con ese pensamiento acabaron su jornada laboral. Mariquita Risueña se fue directa al colegio a recoger a sus hijos que estaban en el horario prolongado, pues nunca conseguía salir a su hora.


Carmen Dichosa (la astuta jefa de formación) se fue al gimnasio, al que acudía en horario nocturno para no fallar a sus clases de zumba.


Acabadas las actividades y antes de irse a dormir, ambas estaban dándole vueltas a cómo encauzar la situación.
Mariquita Risueña compartió su preocupación con su marido, que trabaja como apoderado en una prestigiosa entidad financiera.  
Su marido le comentó que ellos habían tenido un Jefe de las características del Gran Ogro Pepe, que les hacía la vida imposible a todos. También se hacía daño a sí mismo, incluso físico, ya que en medio de una de las numerosas broncas que dedicaba a su equipo con frecuencia, sufrió un ataque al corazón, que no se le llevó al "otro barrio" porque estaba en forma ya que acudía al gimnasio todos los días a descargar la adrenalina que aún le sobraba tras las agitadas y maratonianas jornadas de pelea continua.
No se sabe si es porque le vio las orejas al lobo, o porque tuvo mucho tiempo para reflexionar (estuvo casi seis meses de baja y sin contacto alguno con el banco) pero a la vuelta estaba cambiado.
A su regreso al trabajo, el primer día, convocó a su equipo. Les agradeció el esfuerzo realizado por ellos durante su ausencia, al que tuvieron que suplir, porque no fue sustituido durante su baja. Y además lograron cumplir los objetivos del año.  La gente no salía de su asombro, pero nadie hizo comentario alguno al respecto.




El, viendo las caras de extrañeza se adelantó a sus pensamientos  diciendo "no os esperabais este comentario"; “Os voy a hablar de algo que me ha sucedido durante estos seis meses de baja, primero en el hospital y después en casa”. 


-“Me pusieron un tratamiento muy estricto, tanto en la dieta como en el ejercicio. Comida sin sal, sin grasa. Nada de alcohol, ni fumar, vamos, vida de cartujo. Y en cuanto a hacer ejercicio, solo bicicleta en casa y muy suave. -Yo, un hombre de acción, haciendo vida de damisela acatarrada-. Sólo pensarlo me volvía loco. Las primeras semanas no dejaba de gruñir y protestar por todo, pero poco a poco la tensión empezó a bajar de forma casi imperceptible. Las horas se sucedían unas tras otras casi vacías, con mucho espacio para pensar. Y así muy poco a poco me fui dando cuenta que me sentía un poco cansado de mí mismo, de mis brusquedades, de mis gritos, de mi impaciencia. Empecé a observar lo que ocurría mi alrededor, tratando de ver a las personas con paciencia y con unos ojos más tolerantes. Lentamente me fui dando cuenta que a medida que estaba menos agitado y mi carácter era menos antipático y regañón también me encontraba menos cansado físicamente y más positivo.
Finalmente, cuando ya me encontraba más recuperado, mi hija me recomendó hacer un programa con un Coach que me ayudara a reorientar mi carrera tras este forzoso parón. Bueno, y aquí estoy. Basta de palabrería y a trabajar!”



Luis Fugaz, el marido de Mariquita Risueña compartió con ella la historia de su jefe mientras ésta le miraba ensimismada, pero de pronto se percató: “un cambio así es conmovedor, pero ¿qué necesitamos, un infarto para mi jefe, o una enfermedad terminal para que comprenda que no puede seguir así?”. Luis le sonrió a su esposa, entendiendo su desazón: ”no, replicó, para una persona con el carácter de tu jefe me parece muy buena idea que haga el curso de la Escuela del Líder que Guía tu Camino”. “¡pero cómo se lo podemos plantear siquiera! El sacó mención de honor en la Escuela de Ogros”. Luis Fugaz, sin perder su proverbial serenidad le sonrió a su esposa afirmando: ”vuestra única posibilidad es mostrarle que con ese curso obtendrá algún beneficio duradero e importante para él”.


Carmen Dichosa atendía una llamada telefónica cuando Mariquita entró como una exhalación en su despacho: ”tenemos que hablar con el Gran Ogro Pepe, tiene que hacer el curso, le tienes que convencer”. De forma atropellada Mariquita le contó a Carmen todo lo hablado con su marido. A ésta se le iluminó la mirada: ”creo que tengo el argumento para convencerle: estuve viendo la lista de asistentes a la próxima edición y están los jefes de las más importantes empresas del país. Le diré que es una ocasión única para él para poder hacer networking”.
Carmen salió resuelta hacia el despacho del Ogro. En ese momento Elvira Hacendosa, la controller salía dando un portazo y musitando “este hombre es insoportable”. Carmen recibió una fiera mirada a modo de buenos días, pero iba decidida a no amilanarse y sin ser invitada a hacerlo decidió sentarse y utilizar todos sus argumentos para aplacar el agrio temperamento de su jefe.
Por la cristalera Mariquita Dichosa y Luisa Humana miraban con incredulidad cómo los insistentes braceos del Ogro fueron tornando poco a poco en una conversación normal en la que se movía con rapidez, como era normal en él, pero ya no daba sus famosos puñetazos en la mesa. “los argumentos de la Jefa de Formación están funcionando”, pensó Mariquita.



Carmen salió sin poder disimular su satisfacción y dirigiendo su mirada a Luisa, le dijo: “por favor, llama a la Escuela del Líder que Guía tu Camino y pídele a la Sra. Clotilde Inspiración que matricule a nuestro jefe en el curso El líder coach que empieza la semana próxima”.

Continuará….
Juan Bueno
  



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Publicado el sábado, 17 de enero de 2015 a las 0:36 por Juan Bueno

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jueves, 1 de enero de 2015

ESCENA 1
 
No hay tablones suficientes para montar esta mesa, hay de todas las edades, de todos los sexos, de todas las alturas, y todos nos preguntamos a quien se le ha ocurrido poner los tablones así. Entonces se mueven una, dos, tres, cuatro veces y la definitiva es idéntica a la que se había compuesto al principio y sigue sin cubrirse con los manteles todo el territorio.
 
Yo procuro sentarme cerca de la ventana, hace un calor horrible con tantas personas y este año me ha tocado tener en brazos y dar de comer al hermano mayor, el de dos años, de la sobrina de mi marido que tiene ella uno de tres meses en su regazo.
 
El niño come croquetas como si fuera una trituradora, y cada vez que termina una, gira la cabeza me sonríe y dice “ota”, yo no escatimo en mimos, y ahí va otra de jamón y huevo duro. Aunque su madre me ha pasado una chaquetita por si tiene frío, me apiado del pequeño y me resisto a cocerlo en la bechamel que se está metiendo en el cuerpo, el pobre lleva camiseta debajo de su camisita de Zara, y tiene las mejillas del color de la última lava que salió del monte Ontake.
 
Se habla de todo, no se termina ninguna conversación, hay un ruido infernal, un olor a mezcla de comidas casi vomitivo, pero veo muchas caras sonrientes, algunos gestos torcidos, mi marido parece contento charlando, mis hijos jugando; un poco de paciencia, quizás merece la pena estar aquí este rato, se pasará rápido, así que: “¿ota croquetita cariño?”, así no cenas.
 
ESCENA 2
 
Este año me toca Nochebuena con la familia de mi mujer y Navidad y Año viejo con la mía, me parece que es así. De lo que si estoy seguro es que en la mesa que sea, me va a tocar otra vez con el hermano medio bobo de mi mujer, me lo ponen siempre al lado. No habla, no es que sea mudo es que nunca dice nada ni interesante ni poco interesante, nadie se extraña de que se haya quedado soltero. Deben pensar todos que yo también soy medio lelo y por eso me lo calzan o quizás me castigan así por haberme casado con su hija. Al cuñado listo le ponen al lado de su mujer y mi suegra, y me mira como diciendo “ale otra vez te ha tocado al lado del hermanito…”, y yo le miro diciendo, “sé con quien se la pegas a mi cuñada”, es la escena de Duelo de Titanes.
 
Lo que si hago es la guerra fría poco a poco, por ejemplo si mi cuñada, la lista, ha hecho canelones este año e insiste que son muy sofisticados porque les ha dado un punto con nuez moscada, (ella sabe de todo), yo digo que la nuez moscada tiene un componente cancerígeno y así bloqueo gran parte de las alabanzas de los susodichos canelones. Aunque mi santa dirá inmediatamente que eso es una idiotez de las mías, que no tengo ni idea y que me lo he inventado, con eso puede defender a su hermana allí mismo, aunque en casa piensa otras cosas, como que… para canelones ¡los suyos!. Inmediatamente yo animo a que se los coman y noto el miedo pasear por los platos. Es la mejor sensación que voy a tener en esa mesa tan familiar. También procuro que el hermano bobo pida repetir de canelones, para que mi mujer le diga en alto alguna bordería de las suyas aunque esas no lleven nuez moscada, es especialista en ellas, y quede como más bobo aún de lo que ya es. Es el momento en el que algún dardito entonces empieza a volar por encima de los polvorones como si fuera  deporte olímpico.
 
Miro a mis hijos bastante aburridos, porque no les deja la game el hijo de la canelones,  tiene muy mala leche ese niño. En cuanto diga uno que ha quedado con sus amigos yo soy el voluntario que quiero hacer el trayecto. Y pensar que el año pasado fue igual y el próximo será lo mismo…
 
 
ESCENA 3

No haber estado todo el año con ellos, hace que esta cena de navidad sea LA CENA. Estamos todos, de todas las familias, de la mía, de la suya, los amigos míos, los suyos, los amigos de alguien deben ser esos que entran ahora, el abuelo está encantado con los boleros que suenan … a esos no los conozco, debe ser la madre de alguien, ha venido hasta un exmarido y eso que ya hay un medio novio más joven que le hace la competencia. ¡¡¡¡¡Da igual!!!!!, creo que no estamos celebrando fin de año, estamos celebrando que estamos todos bien, que podemos estar  juntos, que todo lo que ha pasado en el año no tiene la menor importancia porque en este momento estamos aquí. El cava no es catalán por reivindicación de alguien y acaba de llegar uno de Barcelona, se me había olvidado, le invitamos porque estaba solo estos días. Espera que seguro que hay un fuet en la nevera que lo sacamos en la bandeja con el turrón para que se sienta bien y crea que a nosotros lo de la independencia nos parece tan rica como la butifarra.
 
Me abrazo con el final de las campanadas a quien hace mucho que no veo, a con quien estuve muchos días, a mi madre a mis hijos, y al buenorro por supuesto. Sé que es una noche más pero me gusta tener a todos en casa disfrutando, me gustan estos momentos y recuerdo a quien no está y me hubiera gustado que estuviera conmigo, pero estará bien seguro. Para evitar la melancolía salgo un momento a la terraza a ver los fuegos artificiales del barrio, que cada año son mejores, alguien se me acerca por la espalda, nos miramos, sonreímos y le digo cuanto me gusta que este aquí hoy, y ella me dice ¡¡¡ que suerte tienes siempre, que macizo está!!!. Un petardo le ha impedido oír mi comentario.

Mila Guerrero
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Publicado el jueves, 1 de enero de 2015 a las 22:47 por Juan Bueno

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martes, 30 de diciembre de 2014


Las Navidades son un periodo contradictorio, de penas y alegrías, de buenos deseos, de tirar la casa por la ventana con comilonas y regalos, de prisas y carreras organizando amigos invisibles o comprando esos décimos de última hora.
 
 
Los sentimientos parecen estar a flor de piel y salen a borbotones. Nos empeñamos en borrar momentáneamente las rencillas y diferencias con esos cuñados cicateros o con un vecino pesadísimo, aun sabiendo que tus cuñados seguirán teniendo la misma actitud mezquina y el vecino del quinto seguirá siendo tan impertinente como hasta ahora.
 
Pero estos días en los que se encienden luces hasta en las alcantarillas parece que nos vemos casi obligados a dejarnos llevar por esos buenos sentimientos que no durarán en el mejor de los casos dos semanas, porque la llegada del nuevo año y la vuelta a la rutina, colocan esa indulgencia en el recuerdo.
 
Deseamos estar juntos con las personas que queremos y la nostalgia nos golpea porque hay ausencias dolorosas y aunque lo deseamos con toda nuestra alma hay personas que ya no van a traspasar la puerta de tu casa para esa cena, exclamando como lo hacía la yaya Pilar:”hija, qué rico huele”.
 
En la televisión se repite la rutina de todos los años, programas recapitulativos de todo lo ocurrido: nacimientos, muertes, bodas, todo pasa delante de nuestros ojos como una película reciente que, sin embargo, ya está acabada y no tiene segunda parte. O tal vez sí. Cada uno de nosotros sabe si éste ha sido un año memorable en su vida o mejor saltar cuanto antes al siguiente y desear que la suerte nos sea favorable. O que nuestro talento por fin decida desplegar todas sus alas y ofrecernos nuevas oportunidades.
 
Las conversaciones se repiten: ¿dónde pasas las fiestas? ¿qué cenas en nochebuena? ¿vas a salir en nochevieja? Y suelo escuchar las mismas respuestas, son días reservados para la familia. Creo que todavía tenemos mucho concepto de tribu. Pero no me podéis negar que son precisamente estas fechas en las que esas cenas opíparas hacen los más extraños compañeros de mesa y acabas cenando al lado de ese primo de tu mujer al que no soportas, y que por supuesto no ves nunca, pero que puntualmente, se encarga de amargarte una de las últimas cenas del año. Pero sonríes, tú, yo, y todos. No podemos desentonar con toda esa decoración luminosa, los anuncios de cava, dorados y burbujeantes, y esa sucesión casi infinita de publicidad dedicada a los perfumes y a los juguetes!!!!

Nuestra actitud tiene que armonizar con todo lo que nos rodea, con el azúcar rebosante de turrones, los aromáticos polvorones, los mazapanes, cuyo propio nombre evoca emociones apacibles y un poco empalagosas. Todo es dulce alrededor. Ese espíritu nos lo meten a presión los grandes almacenes que nos golpean sin piedad y descanso desde el mes de octubre! Y es que cada vez la Navidad dura más o a mí se me hace más larga.
 
Todo ello por no mencionar al inefable Papa Noël haciendo horas extras como un loco (no sabe lo de la reforma laboral) y sus colegas los Reyes Magos (que siguen trabajando en precario), y se pasan todo el año mano sobre mano y en una semana pretenden realizar toda la tarea y además hacer las entregas a tiempo. Y aunque contraten muchos ayudantes a tiempo parcial (más precarios todavía), véanse pajes, Rudolp el Reno, camellos y demás extras, acaban agotados y estresados. Sé de buena tinta que todos estos acabaron el año pasado de baja laboral.
 
Capítulo aparte merecen los regalos. Porque para comprarlos utilizamos dinero, tarjetas de crédito, y espero que buena voluntad, pero empatía, lo que se dice empatía, poca. Rectifico, muy poca. Los regalos los compramos con nuestro criterio, desde nuestro punto de vista y nuestro gusto en la mayoría de los casos, sólo así se explica la avalancha de personas con cara de pocos amigos que acuden a primera hora del día después de la visita de Papa Noel o los Reyes a cambiar ese jérsey horroroso de color lila que te regaló tu suegra. Es de cuello subido (claro, ella es muy friolera, pero tú siempre tienes calor), y sabe que sólo te gustan los colores claros (pero a ella le encantan los tonos morados). Otro síntoma de malevolencia es el de las tallas cuando te regalan ropa. O sino que alguien me explique por qué tu cuñada Carmen elige para ti una falda de tubo monísima, pero de una ridícula talla 40, cuando sabe que tú gastas una 44. Así cuando abres el paquete y dices: ”gracias cielo, es preciosa, pero un poco pequeña”. Ella responderá: ”Huy, es que has engordado mucho desde el verano…”  Bruja!
 
O al revés, tu otra cuñada Encarna, que en este caso "encarna" la malignidad más feroz (disfrazada de niña mona), te regala una falda de la talla 46, y cuando tú exclamas, “pero querida, es enorme…. me sobra la mitad”. Ella exclama asombrada: ”cómo engañan los cuerpos, como retienes tanto líquido, te veía mucho más rellenita….”, y ése es el momento en el que todo tu espíritu navideño se esfuma como por arte de magia y coges esa bandeja de plata llena de cocktail de marisco primorosamente preparado por tu suegra para lanzársela a la cabeza a Encarna….. Es entonces cuando tu marido te agarra por el brazo y te dice, “¿cariño, te sirvo un poco más de foie?”, salvando así el preludio de una batalla campal que acabaría con las mechas californianas de la inefable Encarna debajo de una copa de vino.
 
Han sido sólo unos segundos pero has estado a punto de desmembrar a cachitos a parte de la familia. Olvida a toda la cofradía del Santo Reproche y disfruta las fiestas, que se acaban (afortunadamente) y volvemos a la normalidad.
 
El espejismo tiene fin. En Enero todos a régimen. Mi único horizonte son las rebajas, mis hijas al cole y volver al trabajo.
 
Os deseo a todos unas muy Felices Navidades y que 2015 venga repleto de deseos cumplidos y éxitos personales y profesionales.
 
 
May Ferreira




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Publicado el martes, 30 de diciembre de 2014 a las 15:50 por Juan Bueno

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jueves, 18 de diciembre de 2014

Marca personal. Ahora se llama Personal Branding.
 
Tu marca personal es la huella que dejas en las personas que se han acercado a tu producto o servicio. Me atrevo a escribir unas humildes reflexiones sobre este asunto del que en absoluto soy una experta, con permiso de mi buen amigo y gran profesional, Juan Carlos Alcaide, uno de los mejores especialistas en temas de márketing de nuestro país. Debo decir además que las pocas nociones que puedo tener sobre esta materia las debo a un Máster en la que me tocó hacer mi proyecto final sobre los aspectos que pesaban en la decisión de compra del cemento, en un momento, hace unos años, cuando la crisis todavía no nos había golpeado, y las empresas cementeras buscaban cómo diferenciarse en un mercado muy atomizado. La conclusión de ese interesante trabajo, por más que nos pesó descubrirlo, era que la decisión final del cliente se tomaba en base a un poderoso motivo, el precio. Un euro más por tonelada y el cliente se iba con la competencia.
 
Mi otra fuente de conocimiento o ideas en esta materia procede de Juan Carlos Alcaide, con el que he compartido muchas charlas de amigos en las que es un placer aprender conversando y algunos cursos y conferencias con él como ponente, que me ayudó a descubrir y entender conceptos como el márketing experiencial, por ejemplo.

 
El punto en común de un tema como el que hoy quiero tratar, la elaboración de la propia marca y mi mundo profesional de los Recursos Humanos es el de trabajar con y para personas. 
 
Diré una obviedad si afirmo que los consumidores cada vez estamos más informados y somos más exigentes, disponemos de más criterio. Esto hace que las empresas que ofrecemos nuestros servicios nos tenemos que volcar en que estos sean de calidad y se adapten plenamente a las necesidades de los clientes.
 
Creo que una marca personal debe ser el reflejo de la personalidad propia, es algo más que un logo o un nombre. Habría que convertir esa marca en el espejo de lo que tú eres, y lo que es más importante, en la representación de la pasión que sientes por tu trabajo. Recuerda, tu marca eres tú. Una marca representa mucho más que los productos que comercializa, transmite y proyecta emociones, personalidad y un estilo. Coca-cola ya no publicita un refresco, ahora nos habla de felicidad.
 
En el mundo de la formación, por ejemplo, la mayoría de las empresas ofrecemos técnicas y herramientas, sino iguales similares, y en la mayoría de los casos la diferenciación viene no tanto por los productos radicalmente diferentes, que no lo son, sino por la particularidad y estilo que cada uno de nosotros impregna en sus productos que los hace particulares y únicos.
 
Cuando un consumidor se compra un Ferrari o un Luis Vuitton no sólo compra el coche o el bolso, adquiere también la emoción que genera la marca, el status de esos productos exclusivos, el placer que produce poseerlos, la exclusividad.

 Otro factor muy asociado a las marcas y tremendamente vinculado a las personas, desde mi punto de vista, es la predictibilidad. Una marca, y la persona que está detrás de ella nos produce la seguridad de poder anticipar el comportamiento que tendrá en el futuro y que no nos deparará sorpresas desagradables. Una marca nos tiene que proporcionar seguridad, bienestar y afinidad, porque en definitiva no queremos trabajar ni adquirir bienes o servicios con empresas con las que no compartimos sus valores o incluso abominamos de ellos.
 
Por eso creo que buena parte del valor de las marcas está en las personas. Siempre recuerdo la situación de los directores de banco (profesión un tanto denostada ahora!) que llevan detrás de sí un montón de clientes aunque se cambien de entidad. ¿por qué? Pues porque apenas hay diferencias entre lo que ofrecen unos y otros, lo que no es comparable es lo que nos procuran las personas, su actitud, su aportación personal, su modo propio de actuar, el valor añadido que cada uno puede añadir a su marca, o a la de su organización. 
 
Creo firmemente que tu marca gana fuerza si ofrece una conexión fiable entre los clientes y los productos que ofrecemos. Decía Oscar Wilde:”Sé tú mismo, los demás puestos están ocupados”.
 
Acabo este post como lo empecé, recordando las enseñanzas de Juan Carlos Alcaide (recomendables todos sus libros, y a punto de publicar otro), una frase suya me parece especialmente inspiradora: “Calidad y calidez dan un diez”.
 
Hay sitio para todos. El enemigo no es la competencia. El peor adversario es ser mediocre.

May Ferreira
 
 



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Publicado el jueves, 18 de diciembre de 2014 a las 23:55 por Juan Bueno

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domingo, 14 de diciembre de 2014

El fracaso es la más habitual de las experiencias. Si pensamos en fracaso como sinónimo de error, derrota o frustración debemos aceptar que nuestra vida está llena de pequeños fracasos. Mínimos, pero en lo cotidiano los míos son abundantes: una presentación no alcanza el nivel que yo quería, no dispongo de tiempo suficiente para una amiga que me necesita esta misma tarde o tengo un desencuentro con un familiar. Son fracasos de pequeña entidad, a los que nos sobreponemos con naturalidad y con el ritmo propio de una vida llena. También los tenemos grandes. A los fracasos me refiero. Afortunadamente son menos numerosos y menos abundantes. 

Si echamos la vista atrás todos tenemos fiascos que contar y algunos que han dejado huellas importantes, sino visibles: Rupturas sentimentales, proyectos laborales fallidos, etc. Y ese análisis suele ser negativo o estar impregnado de dolor. Claro, salvo excepciones, no somos masoquistas, y se vive mejor en las mieles del triunfo que en la amargura del fracaso. Pero esto, a mi modo de ver, no es del todo cierto.
Nuestras creencias limitantes y nuestro bagaje educacional tiene mucho que ver y se convierte en un lastre pesado, difícil de sacudir, que no nos facilita la vida. No, bien al contrario nos hace vivir cada pequeño malogro como una dolorosa muesca. Me revelo a dejarme hundir en ese naufragio. Y no quiero tampoco que lo hagan los míos.
Recientemente comentaba con una buena amiga un episodio que, en mi modesta opinión, no favorece nada nuestro sistema educativo. Mi hija de 8 años contaba un poco acomplejada que ella y varios de sus compañeros habían sido llevados a una clase de niños más pequeños cuando se habían equivocado un par de veces en hacer un ejercicio o los deberes. El castigo era tener que compartir una hora de clase con los peques y de esa forma exponer su torpeza al escaparate público. Lejos de conseguir ningún efecto beneficioso o motivador hacia el estudio tanto mi hija como otros niños manifestaban su deseo de no ir al colegio de forma reiterada. Desde luego acudimos a hablar con su tutora para cesar esta práctica de inmediato.
Mi amiga me contaba que su hijo de 16 años y que había pasado un año estudiando en Canadá contaba la experiencia contraria: allí le animaban en clase a dar soluciones o alternativas a los temas que se planteaban, y si éstas no eran correctas (lo que podía ocurrir con cierta frecuencia) los profesores le ayudaban a recorrer el camino de la reflexión para entender la validez o no de sus propuestas. Jorge decía que cuando estaba en su colegio de Madrid permanecía muchas veces callado porque si levantaba la mano y se equivocaba le ponían un punto negativo. En Canadá, sus compañeros le aplaudían.
El tema educativo tiene sin duda muchas aristas y lo dejo encima de la mesa como elemento de reflexión pero creo que flaco favor le estamos a haciendo a las generaciones más jóvenes cuando no les permitimos equivocarse para aprender. Por supuesto Jorge quiere regresar a Canadá….

Volviendo al ámbito profesional yo bendigo esos reveses, esos infortunios, esos fallos que nos permiten CRECER porque ahí es donde radica el aprendizaje.
Cuando doy cursos de Comunicación, sobre todo orientados a hacer presentaciones persuasivas siempre tengo que oír expresiones como “ese tipo es un crack”, “tiene un don”, “comunica de forma natural”, y de esa manera casi alejamos la posibilidad y la presión de tener que llegar a ser buenos en una determinada materia. Y nos olvidamos, ignoro si lo hace nuestro subconsciente, que esas personas a las que vemos en la cúspide de sus carreras profesionales llevan muchos cientos, a veces miles de horas de práctica en las que habrán cometido infinidad de errores. Y esos fallos, esos pequeños estropicios en lugar de hacerles hundirse y abandonar o estancarse les han animado a analizar qué fallaba e intentar mejorar en la siguiente ocasión. Y así una y otra vez. Podían optar por frustrarse, abandonar o desilusionarse. “yo no valgo para esto” es una frase que también escucho con frecuencia.

Pues yo contesto “no temas equivocarte”, casi todos podemos hacer muchas cosas. Sólo nos hacen falta dos ingredientes: técnicas o herramientas (se aprenden) y ganas o voluntad (esas dependen de nosotros).
A lo largo de mi andadura profesional he conocido a muy pocas personas, poquísimas, con un don natural para hacer buenas presentaciones. Para el resto de los mortales es imprescindible mucha práctica, técnicas y ganas de hacerlo bien.

¿Tú las tienes? Dicen que se alcanza el grado de maestría en cualquier disciplina con 10.000 horas. Y ni siquiera estoy segura que eso te garantice el fracaso cero.
Recuerda: El fracaso es la más habitual de las experiencias.

May Ferreira



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Publicado el domingo, 14 de diciembre de 2014 a las 14:00 por Juan Bueno

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martes, 9 de diciembre de 2014

El último Newsletter del año con nuestro deseo de un Feliz 2015. 
 
Dejamos atrás un año duro y difícil. Uno más de este largo ciclo que parece que toca fondo.
Hemos aprendido muchas cosas y ese bagaje de experiencias vividas nos debe servir para afrontar el futuro con cautela y además con optimismo.
Os deseamos un año 2015 cargado de prosperidad, trabajo, salud y resultados.



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Publicado el martes, 9 de diciembre de 2014 a las 10:49 por Juan Bueno

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domingo, 7 de diciembre de 2014

 
Nosotros y sólo nosotros decidimos cómo queremos que nos sucedan las cosas.
 











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Publicado el domingo, 7 de diciembre de 2014 a las 12:26 por Juan Bueno

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