viernes, 10 de abril de 2015

Publicado por May Ferreira.
Executive Manager de R&H Talento y Personas

Tercera entrega de una Historia de Liderazgo, protagonizada por el Gran Ogro Pepe.
Para ver los capítulos anteriores:

La Escuela era un edificio situado dentro de un complejo grande en el que también se encontraba un elegante pabellón con los dormitorios de los alumnos y las zonas de ocio: biblioteca y sala de juegos. El recinto estaba amurallado y rodeado de un hermoso jardín que con los primeros rayos de sol de aquella temprana primavera lucía en todo su esplendor. El lugar transmitía paz y sosiego. 



El Director de la Escuela, Basilio Estímulo, daba la bienvenida a los asistentes a esa nueva edición del Curso El Líder Coach, que prometía ser de las más interesantes por la personalidad de sus alumnos. Para él, cada nueva ocasión era un reto dirigido a conseguir que esos directivos se convirtieran en líderes transformadores.

Amelia Lince, ejecutiva en una multinacional del sector de la hostelería miraba a su alrededor captando con una rápida mirada todo lo que le rodeaba. Estaba expectante ante el curso y decidida a aprovecharlo al máximo. No tenía tiempo que perder y era exigente con ella y con los demás.

Pepe salía de su habitación caminando con grandes zancadas y se dirigía hacia la zona de las aulas. Mascullaba para sus adentros “¿por qué rayos me he dejado convencer para participar en esta tontería? si no me gusta hago la maleta y me voy”, cuando se cruzó con la secretaria del centro, la Srta. Puri Gran Tesón que con una enorme sonrisa le dijo: “Buenos días Gran Ogro Pepe. Espero que disfrute y aprenda mucho como Líder Coach”. Pero Pepe, sin responder al saludo apretó el paso y siguió mascullando. Puri le vio alejarse mientras pensaba “poco a poco Gran Ogro, los grandes caminos se hacen desde el primer paso”.

Estaban todos tomando asiento en el aula cuando se oyó un golpe seco y un hombre sesentón, regordete y con unas enormes gafas de miope entró tropezando. De forma aturullada saludó al profesor, el Sr. Manuel Paradigma, y se presentó, “perdón, me he perdido soy Rogelio Papamoscas”.  Ocupaba el puesto de Director de Talento en una importante constructora bastante lastrada por la crisis.

El Gran Ogro Pepe con gesto enfadado escuchaba palabras que mencionaba el Sr. Paradigma sobre los objetivos del curso como liderar, estimular, o movilizar y aquello le sonaba a cantos celestiales. “mano dura es lo que vale” pensaba para sus adentros.

El primer día transcurrió deprisa entre conocer un poco a sus compañeros y las primeras explicaciones y ejercicios del programa. Los otros alumnos eran un tipo atractivo y un poco chulesco, llamado Federico Tarambana que dirigía una empresa familiar de ferretería, líder en el sector. Pepe decidió en su subconsciente que este compañero no le gustaba nada. Puso en marcha su sistema de ideas preconcebidas y pensó que trataría de evitar trabajar con él. La otra mujer del grupo era Angelita Calamidad, una mujer de mediana edad y aspecto afable aunque su fama le precedía, ya que se dedicaba a cerrar empresas en situaciones financieras comprometidas y “salvar los muebles”, como ella misma afirmaba. En ese momento estaba saneando una compañía aérea de bajo coste.

El último alumno era Paco Sagaz, Director General de una multinacional del sector alimenticio y sumamente interesado en cualquier novedad en materia de personas que le ayudara en su cometido. Pepe pensó que Paco sería un buen compañero de ejercicios, despierto y listo, aunque tal vez un poco blandengue.

Al final de la primera jornada para la sorpresa del Gran Ogro Pepe ésta había sido muy dinámica. El formador, el Sr. Paradigma apenas dedicaba unos minutos a hacer una exposición de los conceptos y enseguida les ponía a trabajar en pequeños grupos. Al principio se trataba de ejercicios bastante simples, que exasperaban al impaciente Pepe, pero poco a poco éstos iban ganando en complejidad y casi sin darse cuenta su interés iba aumentando.

Aún así Pepe seguía protestando en cada ocasión que se le presentaba; se oponía con furia a ciertos argumentos de sus compañeros y se quejaba por no poder imponer su criterio. Amelia Lince ejercía un rol muy mediador, cuando las posiciones en una dinámica o supuesto eran muy dispares.

El primer día de trabajo concluyó con una cena muy animada, de constante conversación entre todos, incluido el Dr. Basilio Estímulo que se unió a ellos para departir amablemente. Pepe era el más taciturno del grupo, nunca tomaba la iniciativa en la conversación y casi mascullaba más que exponía sus opiniones.


La segunda jornada empezó de forma sorpresiva para todos con la propuesta del nuevo profesor, el Sr. Alfonso Idea que les explicó lo que era el storytelling y les impuso como tarea escribir una pequeña historia, a modo de cuento, sobre cada uno de sus equipos. Pepe desaprobó de forma insistente esa tarea: “no he venido aquí para escribir historietas” criticaba abiertamente. Sin embargo cuando comprobó que todos sus compañeros se afanaban en la escritura, a regañadientes empezó a escribir unas líneas.  Le tocó a Rogelio Papamoscas leer en alto la suya. Este relató cómo pasó momentos muy duros intentando enderezar el rumbo de una empresa constructora, teniendo que prescindir de personas que habían dedicado media vida a trabajar en ella. Se le humedecieron los ojos con el relato cuando añadió cómo el resto del equipo directivo se volcó en transmitir seguridad y una comunicación clara para los trabajadores que se quedaban. Todos le escucharon con un respetuoso silencio y a continuación el Sr. Alfonso Idea les ayudó a analizar las competencias que eran necesarias en esos momentos de crisis y reorganización. El ejercicio concluyó con la sugerencia del profesor de compartir entre todos sus relatos, y así lo hicieron. El Ogro Pepe se sintió un poco avergonzado porque apenas había escrito tres líneas sobre su equipo. Los demás le dirigieron una mirada reprobatoria. Pepe dijo “lo que tienen que hacer es trabajar duro y ya está”.

Ese día, tras la cena todos pasaron a la biblioteca a tomar un copa mientras charlaban sobre sus equipos, relatando mil y una anécdotas. Pepe pensó que él apenas tenía cosas que compartir porque sólo le interesaban sus empleados, pero no las personas que trabajaban con él.



Continuará…..

May Ferreira


Publicado el viernes, 10 de abril de 2015 a las 13:28 por Juan Bueno

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martes, 31 de marzo de 2015









Publicado por May Ferreira.
Executive Manager de R&H Talento y Personas


A lo largo de la historia son numerosas las revoluciones que han vivido diferentes generaciones y todas las culturas. Y todas han supuesto una ruptura con lo anterior y un enorme salto, en ocasiones, sin red conocida. En este momento sentimos estar viviendo un momento único, vertiginoso, caracterizado por la velocidad de los cambios y unos perfiles profesionales cada vez más preparados y conocedores de múltiples disciplinas. Es la era digital.


Sin embargo si echamos la vista atrás son impactantes también algunos de los cambios e innovaciones ocurridos en otras épocas. Pensemos en la revolución industrial, que supuso el salto de una producción y consumo artesanal a un consumo masivo a través de la incorporación de la maquinaria. ¡qué transformación tan enorme en la sociedad! ¿y qué me decís de la llegada de Neil Amstrong a la luna o la imprenta de Gutenberg que permitía editar y publicar libros para hacer del conocimiento algo universal? ¡o la penicilina de Fleming que tantas vidas ha salvado? 

El cambio no lo hemos inventado nosotros. La humanidad está en permanente metamorfosis, experimentando transformaciones e innovaciones constantes. Casi de forma constante oigo que nuestra era es la del giro más brutal, la del cambio más absoluto. Entiendo que lo sentimos así porque es la que nos ha tocado vivir y admito que la generación de nuestros hijos es la de la inmensa pirueta digital. Si ya mi generación es la del impulso tecnológico, los jóvenes de ahora, los denominados “millennials” son los autores de una verdadera acrobacia.

¡quién no recuerda la famosa película Casablanca y la frase de Humpfrey Bogart: “tócala otra vez Sam”. Esta prole de la que hablo la toca constantemente, pero no la pieza al piano, sino la tecla. Son la gente de los teclados, de lo digital, hacen auténticas coreografías con los dedos. Desde bebés aprenden a hacer el movimiento que requiere un móvil o una Tablet para pasar de pantalla antes que a pedir agua o llamar a mamá. Eso hace Hugo, Daniel, Pablo, Alejandro, Lucía, María o Daniela. Esos niños que cuando empiezan al cole tienen ordenadores para hacer ejercicios y profundizar en el aprendizaje o pantallas interactivas para ayudar al estudio de un idioma. Son esos mismos los que desconocen para qué sirve una agencia de viajes porque los billetes de avión o los hoteles se reservan en internet. Son Jorge, Martina, Julia o Alvaro que cuando se van a hacer un intercambio fuera de nuestro país están permanentemente conectados con sus padres por Skype, wasap o cualquier otra aplicación. Es esa misma generación que está acostumbrada a acceder a muchas cosas de forma gratuita a través de la red : herramientas, contenidos, información, contactos, etc.

Mi sobrino veinteañero, ingeniero, cerebrito y formado como lo tienen que estar ahora para ser competitivos, desarrolló en su proyecto final de carrera una aplicación para ayudar a los pacientes de daño cerebral sobrevenido a recuperar sus funciones básicas. ¿sabéis cómo? Pues a través del móvil, ese aparato que se ha universalizado y que se ha convertido en imprescindible. 

“Tócala otra vez Lucía, Hugo, Daniel” y “tócala siempre”, pero ¿qué más nos tendrá reservada esta era digital?

Ese aprendizaje que es innato en los millennials ha dado lugar a una interesante herramienta de desarrollo y aprendizaje, que es el Reverse Mentoring, que pone patas arriba el status quo tradicional, e invierte los roles. Son los jóvenes tecnológicos y digitales hasta la médula los que nos enseñan a los que gozando ya de cierta seniority en lo profesional somos algo más ignorantes en lo digital.

Tócala otra vez para mí, Sam”, “enséñame a tocarla”.

May Ferreira



Publicado el martes, 31 de marzo de 2015 a las 1:28 por Juan Bueno

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viernes, 27 de marzo de 2015



Mi experiencia en la implantación de programas de “Gestión del tiempo y productividad” me ha llevado a dos claras conclusiones: Es unánime la preocupación de trabajadores y directivos reflejada en la expresión “no tengo tiempo”; y son muy “agradecidos” (si me permitís expresión tan coloquial) dichos programas. El motivo del éxito de éstos es la convicción de la importancia del tiempo en la vida actual. Son también numerosas las personas que afirman que “el tiempo es oro”, aunque yo creo que el tiempo es vida. Y la vida es lo más valioso que tenemos. De modo que no es cuestión baladí empezar a distinguir entre lo importante y lo urgente.

Una adecuada gestión del tiempo es así mismo un ejercicio de respeto por los demás: su tiempo es tan valioso como el mío. Y es un elemento a tener en cuenta en la productividad de un equipo. Una correcta planificación del tiempo y sus prioridades, se traduce en una competencia técnica y profesional altamente reconocida en las organizaciones.

Según datos de un estudio al que nos referiremos posteriormente, a pesar de dedicar a nuestro trabajo una media que supera las 9 horas diarias,  nuestra productividad real apenas alcanza las 6 horas. Y esta situación debe ser objeto de un concienzudo análisis. Porque antes de planificar hay que averiguar en qué estoy empleando mi tiempo y cuánto me reporta esa utilización.
Ese imprescindible análisis sobre a qué dedico mi tiempo lleva aparejado algunas recetas infalibles:
Ocupar las horas más productivas del día en las tareas que requieren más esfuerzo, concentración o capacidad cognitiva. Eso depende de cada uno de nosotros, pero en general las primeras horas de la mañana, si van precedidas de un sueño reparador, suelen ser las idóneas. Porque ese es un elemento importante: la falta de sueño o la duración inadecuada de nuestras horas de descanso incide en nuestra capacidad de rendimiento. Y ya lo hemos dicho antes, de poco me sirve estar en mi puesto de trabajo diez horas si apenas rindo cinco o seis. Eso sólo contribuirá a agotarme física y mentalmente.

Las horas son las mismas para nosotros que para grandes directivos, investigadores, científicos o empresarios. No nos engañemos. El problema no es “me falta tiempo”, es que tengo un cierto lío con mis tareas y su jerarquización.
¿Trabajas por impulsos o te preocupas por fijar objetivos? Anuales, mensuales, semanales, diarios…. Pues esa tarea es ineludible, y cuando hayas interiorizado que hay que hacerlo ya no podrás vivir en el caos y la improvisación
Un estudio sobre Tiempo y Productividad publicado por Work Meter confirma, por ejemplo, que consultamos el mail unas 35 veces al día lo cual supone la cuarta parte de nuestra jornada laboral!!!!! Las interrupciones están entre las 50 y 60 diarias y lo más grave es que tras ser interrumpidos necesitamos entre 2 y 3 minutos para estar de nuevo concentrados al 100%. Según ese mismo estudio,  el coste de todos esos ladrones de tiempo está valorado en más de 8.000 euros por empleado y año. Los datos hablan por sí solos.
Inadecuada gestión del mail, pérdida de tiempos en reuniones poco fructíferas, compañeros que nos interrumpen sin descanso. Y todo esto sin haber mencionado todavía cómo nuestro trabajo invade otras esferas de nuestra vida que deberían estar más protegidas. Que tire la primera piedra quién no atiende llamadas desde su casa después de la cena, quien no mira de cuando en cuando el mail los fines de semana como si el futuro de la Empresa dependiera exclusivamente de nosotros o quien se ha levantado de una comida o ha salido de un curso para atender una llamada.  
Otro ladrón de tiempo, aunque este de tipo interno, es la actitud de procastinar (es decir aplazar, postergar algo que tenemos que hacer) y que tampoco nos ayuda. Este ladrón de guante blanco viene muy determinado por nuestra actitud ante el trabajo y nuestra personalidad. En este caso, si un comportamiento procastinador nos perjudica hay que echar mano del sabio refranero español “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.

Planificar y visualizar con anticipación la globalidad de nuestras tareas nos permitirá centrarnos en el core business de nuestra actividad, desechando las tareas improductivas o delegables.

Planteo también para la reflexión un estudio de la Universidad de Stanford que explica las disfunciones que genera la llamada “multitarea” (atendemos varios temas a la vez y todos con alta exigencia), disminuyendo nuestra capacidad de concentración y la calidad del trabajo realizado, al existir muy poca orientación al detalle. Ese estudio afirma que la multitarea es sólo un recurso en casos especiales, pero no un modo de trabajar adecuado. Y sin embargo miro a mi alrededor y me parece estar rodeada por muchos y muchas multitareas permanentes. ¿Estaremos poniendo el foco en el lugar equivocado?

Otro error bastante común es la asignación mal calculada  de tiempos a los trabajos que tenemos encomendados y que debería ser lo más realista posible, para evitar la Ley de Parkinson que dice “se tarda tanto en terminar un trabajo como tiempo se tiene para ello”.
Por último me gustaría recordar la necesidad de reservar momentos para pensar y reflexionar. No sólo hay que ejecutar. Pensar nos permite innovar y mejorar, elementos básicos de la competitividad.

Y cuidado, revisa tu personalidad y tu forma de actuar. Si tienes un perfil controlador o paternalista, lo tienes un poco más difícil. Tus jornadas podrán ser muy largas si necesitas supervisar en todo a tu equipo porque no te fías de ellos o porque asumes tareas que no son tuyas.

Yo valoro enormemente mi tiempo y me gusta ser su dueña. Es bueno para mí y para los que me rodean. Y tú, ¿quieres ser dueño de tu tiempo?

May Ferreira





Publicado el viernes, 27 de marzo de 2015 a las 9:32 por Juan Bueno

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lunes, 23 de marzo de 2015

Es posible entrenar la gestión de las emociones. 
Esa adecuada gestión se convertirá en una útil herramienta vital.

Descubre las 9 claves para identificar y gestionar las EMOCIONES.




Juan F. Bueno


Publicado el lunes, 23 de marzo de 2015 a las 0:08 por Juan Bueno

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sábado, 21 de marzo de 2015

Llevamos varias sesiones un cliente y yo trabajando para reducir sus conductas obsesivas y de ansiedad que le tienen bastante desajustado emocionalmente.



Cuando el viernes  estaba recogiendo las cosas del despacho para irme a casa, he recibido un sms de un amigo dándome una noticia sobre la nueva pareja de su exmujer y hablándome con una buena carga de ansiedad y reiteración sobre lo que debería haber hecho mejor muchos meses atrás. Y volviendo a casa caminando he visto a una joven con el móvil en la mano gimoteando mientras decía … “no lo he hecho muy bien…”.

Creo que no estamos acostumbrados a oir una frase que tiendo a repetir con frecuencia a este cliente y a casi todos…”todo el sufrimiento y la agitación emocional de la que te quejas son innecesarios y además va contra la ética personal. El coste de provocarse sentimientos de hostilidad, decepción, rabia o tristeza, obsesión y hasta de autocompasión, llevan un coste, un esfuerzo y desperdicio innecesario, ¡qué despilfarro! no solo para ti sino para tu entorno, y además un auténtico sabotaje a la felicidad”.

Recuerdo que esto tambien se lo dije comiendo un día a una persona que estaba sufriendo mucho porque me insistía con cierta desesperación que a quien ella quería, no entendía el sacrificio que hacía alejándose para que no sufriera más, ni todos los que estaban a su alrededor. Yo no dejaba de sorprenderme con aquellas palabras que salían por su boca … “pero es que el niño es aún pequeño”, “pero es que la madre es mayor”, “es que el lio que se va a armar”, “es que el miedo a que luego no resulte todo lo bien que quiero”, “pero es que yo no lo he hecho como debía” …así, seguí escuchando eso de “como no lo he hecho tan bien como podría haberlo hecho, me merezco ahora sufrir las consecuencias…” ¡Qué de irracionalidad había en esa mente tan matemática y analítica que trabajaba con circuitos y conexiones IP!! y parecía que aquel crêpe de espinacas y pollo no la mejoraban en nada.

Creencias irracionales que dominan nuestra mente. Sentimos como pensamos.

Pensamientos saludables o insensatos generan sentimientos de ese calibre. No nacemos con pensamientos, sentimientos ni conductas específicas, las aprendemos, y las aprendemos de nuestro entorno más cercano. Y es más, podemos observarlos, revisarlos y modificarlos.

PRIMERA CREENCIA PARA SABOTEAR  LA FELICIDAD

“Siempre tengo que actuar de una manera competente”




De lo menos realista este pensamiento. Como ser humano con cierta capacidad de elección, optas, escoges y a veces mal, la fiabilidad de una decisión “nunca” es “siempre” certera, ni en la ciencia ni en ningún otro campo, ¿por qué exigírtelo entonces a ti mismo?. Siento comunicar que es bastante ilogico pensar que eres sobrehumano y puedes ser siempre competente en todo, no lo eres. Es más, así siempre te exigirás más y te cargarás de más ansiedad poco a poco para ser cada vez más competente y llegarás a un estado de desajuste emocional por ese camino.

¿Demuestra esta creencia que por tenerla obtendré buenos resultados?, pues no, lo siento mucho pero no, aunque actúes siempre de forma competente puedes obtener malos resultados, porque otros pueden a pesar de todo tener celos de ti, intentar hacerte daño, comportarse de forma muy desajustada o injusta, dañarte y hasta castigarte, y además no comprender o compartir los mismos criterios de buenos resultados o pueden no ser conscientes de esa eficiencia y esperar otros finales que les vengan mejor.

A mis clientes siempre les digo que revisen esta creencia que se convierte en  el caldo de cultivo de su malestar o sufrimiento, y que sigan estas pautas de análisis:

¿es realista esto que pienso?
¿es lógica esta creencia?
¿puedo demostrarla o puedo falsearla?
¿tiene sentido mantenerla?
¿demuestra esta creencia que el universo tiene una ley de merecimiento o inmerecimiento?
¿seré menos feliz si la mantengo?….

Aquella conversación que tras el crêpe de espinacas finalizó con una tarta de queso y un comentario mío de: ¡Que ganas de sufrir tienes hoy!, ¿has pensado que quizás eso que dices que es lo adecuado, lo que debe ser, otros pueden pensar que es una idiotez, y están esperando una cosa distinta?.

Apartó el plato con la tarta, dejó la cucharita y con un suspiro muy profundo soltó: ¡Ay que lío tengo entre lo que quiero hacer y creo que debo hacer!. Y llamando al camarero pidió sorprendentemente una gaseosa, yo esperaba como mínimo algo más contundente que le hiciera entrar en razón.


Dejo en la mesa para pensar …  no hay escusas para no hacerlo y ser más feliz.

La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo. (Víctor Hugo)

Mila Guerrero
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Publicado el sábado, 21 de marzo de 2015 a las 21:58 por Juan Bueno

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domingo, 8 de marzo de 2015

Se celebró ayer el Día de la Mujer Trabajadora y transcurrió el día con protagonismo absoluto de las reivindicaciones femeninas en las noticias de radio, prensa y televisión e incluso las charlas entre amigos y familias. Reclamar la igualdad de derechos entre mujeres y hombres; acabar con las diferencias salariales entre unos y otros o lograr implicar a los hombres de la misma forma e intensidad que las mujeres en las labores del hogar parecen peticiones justas y oportunas.

 Pero no quiero escribir un post en ese sentido. Ya lo hacen en un día tan señalado plumas ilustres y poco o nada podría yo añadir. Mi grito silencioso va en otra dirección. Estoy firmemente convencida que el talento no es una cuestión de sexo. Lo es de poner voluntad, pasión, conocimiento y actitud en un mundo tan competitivo y complejo como éste que nos ha tocado en suerte.

Esta misma semana veía en la televisión un estudio que ponía de manifiesto que las chicas son más estudiosas que ellos. Dedican más horas al día; se concentran más y obtienen mejores resultados. Sin embargo, la paradoja (o tal vez no) es que las mujeres ganamos menos, tenemos menor presencia en los puestos directivos de las empresas y nos vemos obligadas en ocasiones a optar por nuestra vida profesional o familiar. Algunos acontecimientos, intrínsecamente femeninos como la maternidad suponen un freno en las aspiraciones laborales. También nos ocupamos en mayor medida de nuestros mayores. 
No voy a hacer ningún alegato feminista sobre nuestras cualidades. No me gustan los extremismos ni determinados clichés que nos describen. Huyo de ciertos tópicos que por generalistas no nos definen, no obstante estoy firmemente convencida que nuestras habilidades y determinación nos permitirán llegar allá donde nos propongamos. Hace unas semanas oía una noticia sobre el puerto de Cádiz y un grupo de mujeres que habían organizado una protesta porque nos las dejaban acceder a los puestos de estibadoras en el puerto. Ellas alegaban estar preparadas para enfrentarse a un trabajo duro, que requería fortaleza física y aguante. Cierto que parece ardua tarea, pero si unas mujeres se sienten capacitadas para esos puestos, ¿quién está legitimado para afirmar que son incapaces de asumirlos?

He conocido mujeres robustas, enérgicas, briosas y capaces de echarse a los hombros, literalmente asuntos importantes y complejos. Dirigir una empresa, atender a su familia o bajar a una mina. Y, al contrario, también he conocido hombres poco briosos, carentes de empuje y vulnerables. Mujeres, hombres y viceversa. No es una cuestión de sexo. Se trata de deseos, de luchas, de intensidad, de ganas de cumplir los sueños de unos y de otros. Y en ese camino hay dificultades y retos para ambos. De verdad que las mujeres somos capaces de realizar esfuerzos hercúleos por aquello que amamos o anhelamos. Y de igual forma lo harán los hombres. No es cuestión de sexo, el talento recae en personas. Las mujeres somos tenaces y acérrimas para cuidar y guiar a nuestros hijos y creo que los hombres que aman de verdad, pueden ser igual de férreos. En mi vida he visto mujeres y hombres solidarios y generosos, preparados para su futuro y con ganas de crecer y desarrollarse. Y en ambos sexos he visto también mezquindad y egoísmo.

El talento femenino o masculino potencia alguna de esas cualidades tal vez innatas en uno u otro sexo. Así vemos más mujeres en puestos relacionados con los recursos humanos, la sanidad o la publicidad (sensibilidad, intuición) y más hombres en procesos industriales, directivos o financieros (analíticos, racionales). Pero ninguno de ellos excluye la posibilidad contraria.

Para que el talento se desarrolle es preciso contar con personas con grandes capacidades para adaptarse al cambio, flexibles, que pueden trabajar en entornos multiculturales, proactivos ante el cambio y resistentes a la frustración y al estrés. Y en cada caso encontraremos profesionales adecuados, con independencia de que lleven tacones y falda o traje y corbata. ¡Fuera prejuicios y estereotipos!
En una ocasión, durante la asistencia a curso (en esta ocasión yo recibía el curso, no lo impartía cómo es habitual en mi), el formador nos contó la siguiente anécdota: “un hombre que trabajaba muchas horas al día, al finalizar su jornada laboral se dirigía a una casa. Llamaba a la puerta y le recibía una mujer rubia, guapa, vestida muy sexy. Olía de una forma embriagadora y estaba vestida con un escueto vestido negro de cuero que dejaba al descubierto unas piernas largas y bien torneadas. La mujer le ayudaba a quitarse la camisa y la corbata, ponía música romántica y servía dos copas, una para el hombre y la otra para ella”.

En la siguiente escena el mismo hombre, cansado tras su jornada laboral se dirige a una casa en la que le recibe una mujer de aspecto afable, sonriente, sencillamente vestida y con un agradable olor a café recién hecho. Toda la casa desprendía un apetitoso aroma a guiso casero. La televisión estaba puesta y la mujer tenía una alegre conversación sobre todo lo que había hecho durante el día. Animó al hombre a ponerse cómodo y pasar al comedor porque la cena ya estaba servida.

Todos escuchamos con atención pensando cuál sería la explicación sobre la anécdota. Parecía innecesaria porque todos ya sabíamos que representaba cada mujer en la vida de aquel hombre. Su amante y su esposa.

Tremendo error. El formador nos aclaró el daño que pueden hacer nuestras creencias, nuestras ideas pre concebidas y determinados clichés.

La rubia explosiva era su esposa y la mujer cariñosa y de aspecto sencillo era su amante.

Nunca creas a ninguna mujer incapaz de nada. Ni a un hombre. Sólo hace falta tener habilidades y deseos.

May Ferreira


Publicado el domingo, 8 de marzo de 2015 a las 23:17 por Juan Bueno

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miércoles, 4 de marzo de 2015

Los que no somos nativos digitales encontraremos en el Reverse Mentoring una útil herramienta, ya que en la mayoría de los casos los Mentores serán más jóvenes que nosotros.
Juan Bueno




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Publicado el miércoles, 4 de marzo de 2015 a las 23:17 por Juan Bueno

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