martes, 13 de octubre de 2015

Hace unos días oí casualmente una conversación en la calle. Una mujer de mediana edad hablaba a través de un móvil de última generación con otra persona. Esta mujer le anunciaba a su interlocutor/a que le compraría una tarjeta para ampliar la memoria (de algún tipo de dispositivo). Por el contenido de la conversación y el aire un poco impaciente de esta mujer deduje que la otra persona era menos tecnológica. En efecto respondió un poco airada: “¿pero dónde almacenas las fotos? Nooo, en un álbum pegadas, no. Las tienes que almacenar con la memoria que te voy a comprar. Está bien, no borres nada, no toques nada, yo me ocupo de todo”.




La mujer colgó el teléfono un poco tensa y agitada, mientras yo trataba de disimular la sonrisa que se me dibujaba en la cara. 

Esta charla me hizo reflexionar lo que ahora comento en este artículo. Mucho se mencionan últimamente algunos conceptos como la revolución digital que estamos viviendo. Y no me cabe duda de su absoluta exigencia si queremos sobrevivir e incluso triunfar en este entorno altamente tecnificado.


Pero antes de esa revolución digital existe una profunda y visceral revolución de tipo social de la que, en ocasiones, no somos del todo conscientes. En efecto, antes de abordar nuevas herramientas o un aprendizaje tecnológico muy avanzado hay un paso previo que afecta a analizar cómo han cambiado algunas de nuestras formas de actuar, o cómo se han visto afectadas las relaciones sociales por el entorno digital que nos rodea.

Ya he mencionado al inicio de este post el tema de las fotografías. ¿y que podemos decir de la forma actual de archivar documentos? El archivo físico de documentos en grandes carpetas empieza a ser un recuerdo de épocas pasadas, más próximas al pleistoceno que a nuestra era. Las memorias USB o la nube por su enorme capacidad y facilidad de acceso desde cualquier lugar con conexión se han convertido en el mejor de los recursos.

Las fotografías probablemente sea una de las grandes funciones de los teléfonos móviles, todos hacemos fotos hasta de lo más inverosímil con un dispositivo cuya primera finalidad es la de hacer y recibir llamadas. ¿o tal vez no? Los cambios son tan profundos y de tal envergadura que han puesto del revés parte de nuestro mundo actual. Todo ello ha provocado una modificación considerable en las preferencias de las personas, tanto a nivel personal como profesional.

Jeremy Rifkin en su libro “La sociedad de coste marginal cero” afirma que: “parece que nos hallamos en las primeras etapas de una transformación revolucionaria en los paradigmas económicos”, introduciendo así un nuevo concepto, el de la economía colaborativa. Esto significa que en muchas ocasiones hay productos y servicios que son prácticamente de coste cero, y el consumidor no está dispuesto a pagar nada por ellos, porque sabe que puede acceder disfrutando de su gratuidad. Esta situación da un vuelco total al concepto tradicional del comercio.

Hay multitud de temas vinculados con ese nuevo paradigma económico que representan ese cambio tecnológico, económico y social que a su vez impone una radical adaptación de las estructuras y organización de las empresas, además del cambio de liderazgo. Se impone una nueva forma de dirigir a las personas, con un criterio participativo, fomentando la creatividad y la rápida adaptación al cambio.                 

La forma de entablar y mantener las relaciones también ha experimentado un profundo cambio, una enorme metamorfosis. Las redes sociales se han convertido en lugar de encuentro para muchas personas logrando establecer buenas relaciones sociales y lazos profesionales duraderos. Nuestra forma de comunicarnos poco se parece a las habituales hace algunas décadas. Aplicaciones como el watsapp o cualquier otro tipo de herramienta para la mensajería instantánea forman parte de nuestra cotidianidad de manera absoluta. Jóvenes y mayores hemos alterado el perímetro de nuestras relaciones de forma radical.

Si nos referimos a los modelos de aprendizaje, la brecha es también enorme. En mi generación nos ayudábamos con manuales, apuntes y algún trabajo práctico, las generaciones actuales son fundamentalmente visuales, están acostumbrados a los contenidos digitales e inmediatos y en ocasiones piensan que lo que no exista en internet es porque simplemente no es de este mundo. El aprendizaje debe ser interactivo para despertar el interés de los nativos que tienen además una exigente demanda de inmediatez.


Los emigrantes digitales tenemos que aprender un nuevo idioma y adaptarnos de forma irremediable porque esta revolución digital viene precedida de otra de tipo social y económico que tiene la fuera de un tsunami.

No dejes que te arrastre. Aprende a nadar en un entorno cada día más tecnificado y retador.

Publicado por May Ferreira.
Executive Manager de R&H Talento y Personas



Publicado el martes, 13 de octubre de 2015 a las 18:15 por Juan Bueno

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viernes, 9 de octubre de 2015

Sinceramente tengo que morderme la lengua muchas veces, otras, muchas no te creas, atarme las piernas para no huir, esas en que me gustaría desapareciera de mi vida. Pero sin embargo sigo ahí, sin moverme, aguantando… si pudiera alejarme lo suficiente para tener la sensación de poder respirar con cierta serenidad. Si pudiera decir lo que realmente quiere decir mi cabeza. Es una voz constante que me intoxica y que aún cuando no está presente, me deja ese regusto amargo teñido de algo que sé que a la larga es peligroso, pero… no me atrevo.
toxicos
Muchas veces estamos unidos o nos vinculamos a personas que en vez de sumar nos restan. Nos hacen sentir como que nuestros sueños, nuestra forma de ver y entender las cosas, la vida, la forma de disfrutar, nunca será posible.

Si algo es cierto, es que siempre estamos con otras personas, comunicándonos permanentemente. En pocos momentos del día no establecemos algún diálogo. 

Con el portero o el vecino al salir de casa, con el gasolinero al repostar, con el jefe, compañeros, amigos, la pareja, los hijos… y a veces otorgamos y damos a la voz de los demás, un valor y una estima que no merecen, convirtiéndolos en el mayor obstáculo para sentirnos bien dibujándonos una vida encadenada, sin darnos cuenta que tenemos la llave del candado. Son personas que contaminan.

Tú sabes lo que es oír siempre lo mismo. O que no lo hago bien, o que no sé, o que esperaba otra cosa, o que sufre mucho y no comprendo, o que trabaja mucho, o que es imposible y…. Ni siquiera cuando me enfado, levanto la voz y lanzo suplicas o ultimatums desaparece. Si tuviera que poner una imagen a esto sería un extractor que me absorbe hasta la última gota de energía positiva, inoculándome a la vez un tóxico que me debilita poco a poco.

extractor
Nadie está en condiciones de cuestionar, ni juzgar, ni tus capacidades, ni tus decisiones, ni tus intereses, ni siquiera de interpretar los criterios que utilizas para actuar o elegir qué o con quien quieres estar. Puede que sin pensar mucho has avanzado y aceptado metas, personas, situaciones o cosas que te interesaban muy poco o hasta que fueran antagónicas a la forma que consideras correcta de actuar o hablar… Piensa por un instante:

¿Qué estás buscando?

¿Qué estás viviendo?

¿En qué usas tu tiempo?… o solo estás andando por andar, aceptando por aceptar.

Mientras conducía por la autopista y hoy mientras venía hacia aquí, pensaba en como se ha reducido mi vida y mis intereses. ¡Como han menguado!. Que pocas cosas nuevas hay interesantes. Realmente mantengo apenas nada especial, me refugio en dos cosas, pero el resto sé que me harán a la larga alguien que no me gustaría terminar siendo. Echo la vista atrás, quizás dos años poco más y he perdido mucho.

Cuanto mayor sea el tiempo que le dediques a escucharte, cuanto más te detengas a observar qué se ve desde fuera y prestar atención a lo que sientes, quieres y piensas, mayores serán tu éxitos y mejor te sentirás. Las voces ajenas, por cercanas que sean, no conocen a fondo ni tus fuerzas, ni tus deseos.

Lazos del alma que a veces se convierten en lazos mortales, ¿lo has pensado?

Esta es parte de la conversación que la semana pasada tuve con quien me vino a ver y que continuó… pero es un buen ejemplo de lo que se consideran relaciones tóxicas.

relacion toxica
Relaciones que se dan en la familia, con amigos, con compañeros de trabajo, de estudios, clientes... de las que nos cuesta alejarnos aún sabiendo lo insanas que son. Son heridores profesionales, esperando que algo malo suceda para dar cuenta de “acuse de recibo”.

Sin embargo nadie puede esquivarlos, nadie puede evitar a personas equivocadas que se han colado en nuestras vidas y permanecen evaluando permanentemente lo que decimos, y lo que hacemos, o lo que no decimos o no hacemos. Son esas personas que potencian nuestras debilidades y que al final nos llenan de sufrimiento y frustración. Pero más allá del dolor que nos provocan las preguntas claves son:

¿Qué hago yo?, ¿cómo excluyo de mi círculo afectivo vital a estos personajes? cómo me alejo de los meteculpas, del siempre ofendido, de descalificadores, de insultones y manipuladores, de chismosos y autoritarios, de esos quejosos víctimas permanentes. ¿Cómo empezar?

help
Buscando relaciones enriquecedoras, que aporten otras forma de ver las cosas, en positivo, con posibilidades de mejorar o de actuar de forma más serena, más beneficiosa. Tu vida depende de tus elecciones y en ellas se incluyen con qué tipo de personas te vas a relacionar.

Como la carta de un restaurante, hay platos deliciosos y suculentos, y otros que ya conocemos, esos que te hacen pasar la noche levantándote varias veces para beber mucha agua.

Establecer límites: Decir NO, forma parte del límite, a veces alejándote físicamente, y siempre sin seguir juegos dañinos. Dejar pasar el tiempo, esperar que el otro cambie no es una buena alternativa.

Como cuando se cocina: Aquello que no sacas del horno a tiempo, no es un buen asado.

Sin excusas: Siempre puedes elegir, siempre hay otra alternativa, solo es cuestión de escogerla.

Como los helados, hay de mil gustos, la vainilla no es el único sabor siempre está la frambuesa, el...

carta-cañaControlando tu “marco”: El marco en PNL se conoce como la perspectiva que se tiene de una situación. Son las creencias e ideas que cada persona tiene sobre el mundo, su forma personal de interpretar las situaciones. La perspectiva de siempre puede que no sea la mejor perspectiva por años que se lleve viéndola y viviéndola.

Como cuando eliges la mesa en que sentarte en el restaurante, desde cada mesa se ven cosas diferentes... la puerta de los aseos, o la ventana con la gente paseando por la calle.

Cuando terminó esa larga conversación, pensé en todo lo que aún quedaba por digerir y como se habían dejado pasar momentos sabrosos que nutrían por otros de auténtico ayuno, aunque aparentemente envueltos en sushi de buen aspecto.

Pero me dije, siempre hay posibilidades.

sushi




Dejo encima de la mesa para pensar ...“Procura conseguir lo que te gusta o te verás obligado a que te guste lo que no te gustará” Bernard Shaw.





Publicado por Mila Guerrero.
Manager I+D+i de R&H Talento y Personas
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Publicado el viernes, 9 de octubre de 2015 a las 15:24 por Juan Bueno

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lunes, 5 de octubre de 2015

Toda nuestra vida gira en torno a la confianza. O la desconfianza. Este poderoso elemento condiciona nuestra existencia, provoca que mantengamos relaciones o que huyamos de ellas y está en la base del éxito o fracaso de numerosos equipos de trabajo.


Desde que nacemos existe un fuerte sentimiento de confianza que instintivamente nos hace saber que podemos fiarnos de nuestros padres, que ellos se ocuparán de cubrir nuestras necesidades básicas, de darnos cariño y protegernos. Si pensamos en nuestra pareja, la confianza pone los cimientos a toda la relación. Confiamos en que el otro esté a nuestro lado, sea el compañero o compañera que te sujeta, te anima o simplemente te calma. Por eso la traición duelo mucho, porque quiebra la confianza que se ha ido ganando y formando día a día, momento a momento.

La confianza es una poderosísima motivación, nos empuja y nos decide a actuar porque vivimos la certeza de que los demás no nos defraudarán. La desconfianza por el contrario puede retraer nuestra actividad, nos vuelve más taciturnos y temerosos, e incluso nos puede paralizar. Cuando alguien dice: “no me fío” se disparan un montón de alertas que nos hacen más vulnerables, empezando a analizar lo que puede fallar y sus consecuencias.

La confianza genera un enorme compromiso y una retención sólida. Si un producto o servicio cumple nuestras expectativas y no nos defrauda nos sentimos vinculados a su empresa o a su organización. Por el contrario cuando alguien simula unas condiciones que después no se dan nos sentimos burlados, decepcionados, y ese sentimiento suele ser persistente: “nos dieron gato por liebre” suele verbalizar un timo y a nadie le gusta sentirse vilmente engañado.

La decepción es una sensación desagradable y desalentadora de cara al futuro. La imagen de la estafa o la decepción experimentada rondará como un fantasma por nuestras cabezas.

La desconfianza tiene por tanto un gran elemento de sorpresa, nos sentimos muy contrariados al descubrir que “nos han dado el cambiazo”. Restituir lo que se ha quebrado es tarea ardua, salvo que se demuestre que existió un error o equivocación en el que no existió la mala fe. 


Las relaciones comerciales que establecemos se basan en la certeza de que la otra parte cumplirá con lo pactado, o con lo que le corresponda. Cuando compramos un producto confiamos en que los ingredientes que lo componen son los que aparecen en la etiqueta; cuando invertimos en un producto confiamos que nuestro dinero acabará en el sitio correcto; cuando alquilamos un piso confiamos que el inquilino tratará la propiedad con la diligencia debida.

La confianza se construye con el paso del tiempo, con las grandes y las pequeñas decisiones, con el día a día, cuidando mucho la relación. En el mundo de los negocios sabemos que un cliente que confía y cree en lo que le ofrecen hace una maravillosa publicidad, además gratuita. Y al revés, un cliente descontento, defraudado y falto de confianza lo pregonará a los cuatro vientos creando enorme recelo en los que le escuchan.


La confianza necesita reciprocidad, pedimos seguridad y certidumbre y sabemos que nosotros somos objeto del mismo sentimiento. La convicción de que el otro responderá es la misma que él tiene respecto a nosotros. Pero es frágil, tanto como el cristal. Se puede quebrar de un golpe fuerte y certero o ir rompiéndose poco a poco con pequeñas lesiones. 

Trabajar la confianza es rentable. Lo saben muchas marcas comerciales o negocios de todo tipo que hacen de ella su lema o razón de ser: “del caserío me fío”; “confianza: hemos abierto una cuenta al futuro” (Bankia); “tu aseguradora global de confianza (Mapfre)….

Wolkswagen ha quebrado de forma brutal y sorpresiva la confianza en una marca, afectando a un sector y hasta a la “marca Alemania”. Y es que a veces la avaricia rompe el saco, y no se miden las consecuencias poniendo a una marca solvente al borde del precipicio. 


Su lema era “Das Auto”. Ya no. La confianza es frágil como un cristal, y aunque se unan los trozos el resultado ya no es el mismo.


Publicado por May Ferreira.
Executive Manager de R&H Talento y Personas




Publicado el lunes, 5 de octubre de 2015 a las 23:04 por Juan Bueno

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