Hace unos días oí casualmente una conversación en la calle. Una mujer de mediana edad hablaba a través de un móvil de última generación con otra persona. Esta mujer le anunciaba a su interlocutor/a que le compraría una tarjeta para ampliar la memoria (de algún tipo de dispositivo). Por el contenido de la conversación y el aire un poco impaciente de esta mujer deduje que la otra persona era menos tecnológica. En efecto respondió un poco airada: “¿pero dónde almacenas las fotos? Nooo, en un álbum pegadas, no. Las tienes que almacenar con la memoria que te voy a comprar. Está bien, no borres nada, no toques nada, yo me ocupo de todo”.
La mujer colgó el teléfono un poco tensa y agitada, mientras yo trataba de disimular la sonrisa que se me dibujaba en la cara.
Esta charla me hizo reflexionar lo que ahora comento en este artículo. Mucho se mencionan últimamente algunos conceptos como la revolución digital que estamos viviendo. Y no me cabe duda de su absoluta exigencia si queremos sobrevivir e incluso triunfar en este entorno altamente tecnificado.
Pero antes de esa revolución digital existe una profunda y visceral revolución de tipo social de la que, en ocasiones, no somos del todo conscientes. En efecto, antes de abordar nuevas herramientas o un aprendizaje tecnológico muy avanzado hay un paso previo que afecta a analizar cómo han cambiado algunas de nuestras formas de actuar, o cómo se han visto afectadas las relaciones sociales por el entorno digital que nos rodea.
Pero antes de esa revolución digital existe una profunda y visceral revolución de tipo social de la que, en ocasiones, no somos del todo conscientes. En efecto, antes de abordar nuevas herramientas o un aprendizaje tecnológico muy avanzado hay un paso previo que afecta a analizar cómo han cambiado algunas de nuestras formas de actuar, o cómo se han visto afectadas las relaciones sociales por el entorno digital que nos rodea.
Ya he mencionado al inicio de este post el tema de las fotografías. ¿y que podemos decir de la forma actual de archivar documentos? El archivo físico de documentos en grandes carpetas empieza a ser un recuerdo de épocas pasadas, más próximas al pleistoceno que a nuestra era. Las memorias USB o la nube por su enorme capacidad y facilidad de acceso desde cualquier lugar con conexión se han convertido en el mejor de los recursos.
Las fotografías probablemente sea una de las grandes funciones de los teléfonos móviles, todos hacemos fotos hasta de lo más inverosímil con un dispositivo cuya primera finalidad es la de hacer y recibir llamadas. ¿o tal vez no? Los cambios son tan profundos y de tal envergadura que han puesto del revés parte de nuestro mundo actual. Todo ello ha provocado una modificación considerable en las preferencias de las personas, tanto a nivel personal como profesional.
Jeremy Rifkin en su libro “La sociedad de coste marginal cero” afirma que: “parece que nos hallamos en las primeras etapas de una transformación revolucionaria en los paradigmas económicos”, introduciendo así un nuevo concepto, el de la economía colaborativa. Esto significa que en muchas ocasiones hay productos y servicios que son prácticamente de coste cero, y el consumidor no está dispuesto a pagar nada por ellos, porque sabe que puede acceder disfrutando de su gratuidad. Esta situación da un vuelco total al concepto tradicional del comercio.
Hay multitud de temas vinculados con ese nuevo paradigma económico que representan ese cambio tecnológico, económico y social que a su vez impone una radical adaptación de las estructuras y organización de las empresas, además del cambio de liderazgo. Se impone una nueva forma de dirigir a las personas, con un criterio participativo, fomentando la creatividad y la rápida adaptación al cambio.
La forma de entablar y mantener las relaciones también ha experimentado un profundo cambio, una enorme metamorfosis. Las redes sociales se han convertido en lugar de encuentro para muchas personas logrando establecer buenas relaciones sociales y lazos profesionales duraderos. Nuestra forma de comunicarnos poco se parece a las habituales hace algunas décadas. Aplicaciones como el watsapp o cualquier otro tipo de herramienta para la mensajería instantánea forman parte de nuestra cotidianidad de manera absoluta. Jóvenes y mayores hemos alterado el perímetro de nuestras relaciones de forma radical.
Si nos referimos a los modelos de aprendizaje, la brecha es también enorme. En mi generación nos ayudábamos con manuales, apuntes y algún trabajo práctico, las generaciones actuales son fundamentalmente visuales, están acostumbrados a los contenidos digitales e inmediatos y en ocasiones piensan que lo que no exista en internet es porque simplemente no es de este mundo. El aprendizaje debe ser interactivo para despertar el interés de los nativos que tienen además una exigente demanda de inmediatez.
Los emigrantes digitales tenemos que aprender un nuevo idioma y adaptarnos de forma irremediable porque esta revolución digital viene precedida de otra de tipo social y económico que tiene la fuera de un tsunami.
No dejes que te arrastre. Aprende a nadar en un entorno cada día más tecnificado y retador.
Publicado por May Ferreira.Executive Manager de R&H Talento y Personas
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