domingo, 22 de mayo de 2016


En la sociedad actual hablamos sin cesar de ser eficiente, de establecer unos objetivos y lograrlos con criterios de eficacia, en el menor tiempo posible y con el coste más ajustado de recursos. Para hacer frente a esa exigencia en el ámbito laboral es adecuado contar con unos buenos hábitos que proceden de nuestra área personal.



Así, si desde pequeños desarrollamos las prácticas adecuadas, ordenadas, metódicas y respetando sus tiempos es probable que cuando alcancemos la vida adulta esas rutinas estén plenamente interiorizadas en nuestra faceta personal. Y si así fuera esos usos se convertirían en experiencias muy convenientes en el mundo laboral.
El orden y la planificación están directamente vinculados con la eficiencia, y ésta con los resultados. Es difícil, por no decir imposible obtener la excelencia desde el caos, la improvisación o la falta de sistema. Sin embargo todos conocemos a un amigo que afirma:” yo funciono muy bien en mi desorden”. Y es cierto que algunas personas se desenvuelven aparentemente bien en una cierta desorganización ante el estupor de los más sistemáticos. Pero lo cierto es que los criterios de eficiencia tienen una ligazón intensa con el orden, el método y la disciplina. Además un entorno de actividades debidamente establecido y organizado es fácilmente transferible a otra persona, mientras que un trabajo enredado y laberíntico es complejo para ser contado o trasladado a otra persona. La sistematización y el método proporciona seguridad y certeza.

Hay dos elementos muy significativos para ser eficiente y no morir en el intento: hacer una buena distribución del tiempo y ser adecuadamente asertivo.
                        
El tiempo es un aliado o un enemigo. Si es objeto de una correcta planificación parece que se estira milagrosamente. ¡cuidado! Solemos afirmar que no planificamos porque no tenemos tiempo, pero al final no tenemos tiempo porque no planificamos.

¿Quieres ser convenientemente asertivo?: No te pierdas nuestros próximos artículos de "La actualidad en 2 minutos" y lo descubrirás en breve.

El equipo de redacción
R&H Talento y Personas



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Publicado el domingo, 22 de mayo de 2016 a las 18:55 por Juan Bueno

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martes, 17 de mayo de 2016


¿En qué se diferencian las necesidades de los deseos?

A veces confundimos estos dos términos y no son lo mismo. Las necesidades son imprescindibles para la vida. El deseo es lo que nos gustaría tener o que ocurriera, pero no conseguirlo no  merma ni la calidad de vida, ni la supervivencia, ni la felicidad.

Tendemos a buscar satisfacciones constantemente. Nuestra mente buscar el placer y gratificarse y puede llegar a confundir lo necesario con otras cosas que no lo son.

El marketing conoce muy bien esa delgada línea y la usa para dirigir nuestra conducta de consumidores.

La manera como una persona transforma sus necesidades en deseos depende de muchos factores: de sus vivencias, su educación, los entornos culturales y sociales… pero también y en gran medida, de su propio perfil personal.

Las 9 características de los perfiles menos vulnerables a confundir necesidad y deseo, son:

1. Resistentes a la enculturación, poco susceptibles a la presión social.

2. Independientes de la cultura y el entorno, se apoyan en sus propias experiencias y juicios.

3. Centrados en la realidad, diferencian lo falso y ficticio de lo que es verdadero y genuino.

4. Centrados en los problemas. Se enfrentan a ellos en virtud de sus soluciones, no como temas personales.

5. Disfrutan de relaciones personales íntimas, con pocos amigos cercanos y miembros familiares en los que confían.

6. Sentido del humor no hostil, prefieren las bromas a costa de sí mismos o de la condición humana, nunca dirigida a otros.

7. Alto grado de aceptación de sí mismo y de los demás, prefieren a las personas tal como son.

8. Frescura en la apreciación: una habilidad para ver cosas, incluso ordinarias, como preciosas. 

9. Tendencia a vivir con mayor intensidad las experiencias que el resto de las personas.

¿Y tú cuanto de vulnerable eres?

El equipo de redacción
R&H Talento y Personas



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Dos sistemas modelan nuestro pensamiento: El rápido que afronta las situaciones desde las emociones y las intuiciones y opera de forma impulsiva, casi automática, sin esfuerzo ni sensación de control voluntario. Mientras que existe otro sistema más lento más deliberado, reflexivo y lógico, que requiere toda la atención y concentración, y un gran autocontrol porque dirige los esfuerzos en una búsqueda de alternativas antes de elegir una.




La toma de decisiones es una de las tareas más complejas y estresantes a las que nos podemos enfrentar si no sabemos gestionar esa incertidumbre de forma adecuada, pudiendo llegar a producir trastornos o patologías en casos extremos.


Publicado el martes, 17 de mayo de 2016 a las 19:08 por Juan Bueno

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